Una de acción muy clase B
Nuevamente el despropósito de trasladar un video juego al cine bajo el pretexto de contar una historia en pantalla grande y plagada de efectos digitales. Hitman, ese asesino implacable que sigue cosechando fervientes jugadores en el ámbito gamer, ya había tenido su película en el año 2007, interpretada por Timothy Olyphant y Olga Kurylenko. Si bien tenía su encanto y ciertos guiños para aquellos habitué del juego, no se destacaba precisamente por su narrativa y mucho menos por la acción.
Este reboot que cuenta con el mismo guionista Skip Woods –junto a Michael Finch- apunta a un recambio de la franquicia, que le juega en contra básicamente por contar con un reparto poco atractivo para los roles en suerte. Debe separarse a Zachary Quinto, quien una vez superada la ambigüedad del relato, asume el papel de antagonista y le pone al menos algo de pimienta a un personaje unidimensional, con alguna que otra característica aportada por el actor.
Esa unidimensionalidad, esa chatura a la hora de construir a Hitman: Agente 47 se percibe durante todo el metraje. El protagonismo de Rupert Friend desentona con el personaje y la propuesta carente incluso del tono jocoso que amerita un disparate como este, así como el pobre desenvolvimiento de Hannah Ware, hija de un científico arrepentido Ciarán Hinds, presa codiciada para todos los asesinos, quienes irán en su cacería, mientras el letal clon sin sentimientos la protege.
Muchos tiros, exhibicionismo de armas -largas y cortas- y un perceptible desgano en la dirección por parte de Aleksander Bach confirman el axioma: videojuegos y cine no van, salvo que exista por parte de la platea ese fanatismo ciego para consumir cualquier producto mediocre, bajo el pretexto de seguir sumando a la franquicia miles y miles de billetes.