Infancia rota.
Los protagonistas de este documental dirigido por Fredy Grunberg compartieron una infancia dura, de violencia física y destino en las calles o al menos en lugares de contención para salir a fuerza de voluntad y a pulmón de ese círculo vicioso llamado marginalidad. Y Hogar abierto, ese es el nombre del opus de Grunberg, abre sus puertas a las historias de vida y superación con efectos concretos en el público y que dan por tierra con ciertas prácticas comunicacionales para asociar muy tempranamente la delincuencia juvenil con la estigmatización de las víctimas.
El ejemplo más acabado es el de Rodolfo Brizuela, quien tras la enfermedad de su madre y sus primeros pasos por un reformatorio, fue acogido por parientes en Chilecito (La Rioja), quienes además de criarlo y protegerlo apostaron a su futuro en los estudios universitarios que terminaron en una carrera de abogado primero para luego desempeñar la función de juez de menores. Alguien como Brizuela, a cargo de expedientes que pululan en los pasillos de su despacho, ensaya en cada intervención esa necesaria empatía con los miles de niños desamparados, para escucharnos más que aplicarles la ley, que es ciega y sorda.
Ciega y sorda como una sociedad que estigmatiza para no ver que detrás de ese discurso reaccionario existe también la hipocresía, sin dejar de lado tampoco el uso y manipulación de realidades adversas para justificar acciones repudiables.
Pero Hogar abierto no transita por ninguna de esas polémicas de la mezquindad política o humana sino que da voz a chicos de la calle como Emanuel Mercado y Andrés Montes de Oca, hoy con proyectos muy alejados de aquella pesadilla de dormir a la intemperie en la estación de trenes, o huir de padrastros golpeadores entre muchas otras cosas.
El Hogar Pelota de Trapo y el teatro también fueron vitales para torcer el destino y hacer de la experiencia de vida un viaje intenso, triste pero con una meta por alcanzar: que ningún otro niño viva lo que ellos tuvieron que afrontar cuando las puertas de una sociedad indiferente se cerraron ante sus ojos y su infancia quedó más rota que al comienzo.