Documental preciso y simple sobre las posibilidades de creer en la ayuda del otro como medio para progresar en la vida, Fredy Grunberg busca a partir de tres testimonios generar un mensaje claro y esperanzador. A las falencias en cuanto a técnica y capacidad de síntesis, se le resta peso, porque el relato avanza con el tríptico elegido para hablar del dolor de la soledad en la infancia.
A Rodolfo, a Andrés y a Emanuel los une un pasado lleno de dificultades. A causa de la pobreza y del abandono viven sus infancias al límite de la supervivencia. El director Fredy Grunberg toma a estos tres personajes quienes, frente a cámara, recuerdan esos años de desventuras en medio de la falta de comprensión de quienes los rodearon. Así, este documental va pautando sus vidas presentes mientras evoca, con calidez y emoción, aquellos tiempos de sinsabores que, no obstante, permitieron al trío llegar a la adultez con sus ansias de superación. Emotivo, el film se convierte en una mirada hacia esas vidas a las que el destino hizo surgir de la más honda desesperación.
Fredy Grunberg dirige un documental conmovedor, realizado con rigor sobre el derrotero de chicos abandonados, que tuvieron la suerte de tener alguien que modifique sus vidas, pero que a la vez, a través de sus relatos nos cuentan, nos muestran, con crudeza sus vidas de abandono y desamparo limite. Son tres historias. La de Emanuel Mercado, séptimo de ocho hermanos que huye de su casa donde el abuso y la violencia es moneda corriente, que sobrevive como puede y que gracias al proyecto de teatro ”Amanecer” descubre su vocación de actor, y se reinserta en la sociedad que hasta entonces lo empujo a la marginalidad. Su caso es tan conmoveedor como el de Andrés Montes de Oca, que escapa de su destino de abandono porque se cruza con el activista social Alberto Marchetti que ha creado “Pelota de trapo” y el “Movimiento chicos del pueblo”. Un cambio completo en su vida y que marcó su futuro. Y la historia de vida de Rodolfo “Chango” Brizuela, que cuando su madre enferma tiene un destino de “preventorios” hasta que lo llevan sus tíos a La Rioja. Con becas y mucha voluntad se recibe de abogado, inicia una carrera judicial que lo convierte en juez de menores. Tres casos que nos abren los ojos a la necesidad de contención, al milagro de la solidaridad, a vidas destinadas al olvido reconstruidas por completo.
Tres adultos desamparados, con historias tremendas de las que escaparon hacia la calle, sobreviviendo a la intemperie o en hogares de tránsito. Son los tres protagonistas de este documental -Rodolfo, Andrés y Emanuel- que recoge sus testimonios y, sin mayores ambiciones ni necesidad de añadidos, conmueve.
Infancia rota. Los protagonistas de este documental dirigido por Fredy Grunberg compartieron una infancia dura, de violencia física y destino en las calles o al menos en lugares de contención para salir a fuerza de voluntad y a pulmón de ese círculo vicioso llamado marginalidad. Y Hogar abierto, ese es el nombre del opus de Grunberg, abre sus puertas a las historias de vida y superación con efectos concretos en el público y que dan por tierra con ciertas prácticas comunicacionales para asociar muy tempranamente la delincuencia juvenil con la estigmatización de las víctimas. El ejemplo más acabado es el de Rodolfo Brizuela, quien tras la enfermedad de su madre y sus primeros pasos por un reformatorio, fue acogido por parientes en Chilecito (La Rioja), quienes además de criarlo y protegerlo apostaron a su futuro en los estudios universitarios que terminaron en una carrera de abogado primero para luego desempeñar la función de juez de menores. Alguien como Brizuela, a cargo de expedientes que pululan en los pasillos de su despacho, ensaya en cada intervención esa necesaria empatía con los miles de niños desamparados, para escucharnos más que aplicarles la ley, que es ciega y sorda. Ciega y sorda como una sociedad que estigmatiza para no ver que detrás de ese discurso reaccionario existe también la hipocresía, sin dejar de lado tampoco el uso y manipulación de realidades adversas para justificar acciones repudiables. Pero Hogar abierto no transita por ninguna de esas polémicas de la mezquindad política o humana sino que da voz a chicos de la calle como Emanuel Mercado y Andrés Montes de Oca, hoy con proyectos muy alejados de aquella pesadilla de dormir a la intemperie en la estación de trenes, o huir de padrastros golpeadores entre muchas otras cosas. El Hogar Pelota de Trapo y el teatro también fueron vitales para torcer el destino y hacer de la experiencia de vida un viaje intenso, triste pero con una meta por alcanzar: que ningún otro niño viva lo que ellos tuvieron que afrontar cuando las puertas de una sociedad indiferente se cerraron ante sus ojos y su infancia quedó más rota que al comienzo.
En la calle En épocas donde un cierto tipo de cine traza una mirada sesgada y estigmatizante sobre la pobreza y la violencia, Hogar abierto (2018) muestra una realidad opuesta al discurso dominante con una mirada mucho más reflexiva a través del retrato de tres víctimas de la ausencia del estado. Dirigido por Fredy Grunberg, Hogar abierto sigue tres historias de chicos que por diferentes motivos se criaron en la calle o institutos de menores. Hoy ya adultos, muestra cómo pudieron salir de esa situación y tener un hogar, trabajo y una familia, pero dejando en claro que si cayeron ahí fue producto de las circunstancias y de un sistema excluyente, y no por decisión propia. Algo a lo que muchas veces se aferra cierto sector de la opinión pública para hablar de aquellos en situación de calle. Rodolfo, Andrés y Emanuel hoy tienen una vida común y corriente como la de muchos. Con dificultades pero también con alegrías. Son adultos y frente a cámara recuerdan la infancia y como terminaron en situación de calle por la incomprensión del entorno, pero también como salieron a flote gracias a la ayuda de quienes les tendieron una mano. Grunberg construye la historia como un tríptico a base de los testimonios de los tres protagonistas que desde el presente regresan al pasado para mostrar una realidad alejada de los discursos dominantes de los medios de comunicación, cierta clase social y hasta del gobierno sobre la pobreza y la violencia que desde ella se genera. Evitando analizar las circunstancias de cómo se llegó a eso pero señalando por igual a todo aquel que nació pobre o quedó en la calle.
Los chicos de la calle generalmente terminan mal, al mendigar y dormir donde pueden, con el aditamento de ingresar al ámbito de la drogadicción, prostitución y delincuencia del que no pueden salir con facilidad. Pero eéte documental no trata una vez más sobre estos casos, sino que el director Fredy Grunberg rescata tres historias particulares que las unifica con un claro mensaje: si se quiere, se puede. Emanuel Mercado, Andrés Montes de Oca y Rodolfo Brizuela son los claros ejemplos de resiliencia que tiene una persona cuando las circunstancias ofrecen una mínima chance de cambiar su vida. Ellos relatan en primera persona lo que sufrieron durante su infancia, lo duro que resultó el desamparo o la violencia parental. Cada uno recaló en hogares de tránsito donde se criaron y mejoraron su realidad. Incluso Brizuela fue derivado a la casa de sus tíos en La Rioja, y allí pudo estudiar, se convirtió en Juez y es conductor de un programa de radio. La cámara acompaña a los entrevistados a sus ámbitos para mostrar que hacen, cómo viven actualmente, mientras cuentan con emoción de donde salieron y a donde llegaron, sin haberse desviado del camino, porque desde pequeños sabían fehacientemente que lo que estaban transitando era momentáneo, no pensaban resignarse y tuvieron la suerte de encontrar a los tutores justos para que los guíen y aconsejen bien. El realizador recurre a viejos programas de televisión en los que curiosamente estuvieron registradas las personas involucradas, y, además entrevista a gente que acompañó el crecimiento de ellos. La estética es televisiva, no hay originalidad en la construcción final del film. Lo más noble del relato es poder observar como tres nenes a la deriva encaminaron sus rumbos, torcieron el destino y, desde otro lugar, mucho más digno, la siguen peleando.