El enfrentamiento entre la institución eclesiástica y la marginalidad social es el tópico de Hogar, premiada ópera prima de Maura Delpero.
Ser madre. Tener instinto maternal. Ser sensible ante la indiferencia, la violencia cotidiana y la marginalización. La directora italiana Maura Delpero explora, en su ópera prima, todos estos temas sin salir, prácticamente, de una única locación: los muros de un convento en el corazón de la ciudad.
Ahí residen Luciana y Fátima, madres solteras. La segunda, además, con un embarazo pronunciado. Los muros de la residencia eclesiástica para madres solteras, y sus hijos, se convierten en una prisión. Las opciones son: adaptarse a las estrictas reglas de las monjas o intentar salir y atenerse a las consecuencias.
Este es el retrato que Delpero delinea de la sociedad argentina. Luciana, necesita salir. Desea vivir, conocer hombres, tener una vida social. A pesar de que su actitud es violenta y hostil, su deseo y necesidad de libertad es más fuerte, aunque eso signifique abandonar a su hija, lo único que realmente la ata a esa cárcel.
Delpero no es abyecta de su posición de observadora y testigo extranjera y, por eso, la cámara toma el punto de vista de Sor Paola, una novicia que vino a Buenos Aires para tomar sus votos. La joven monja enseguida toma empatía por las protagonistas y, especialmente, sus criaturas, la misma que sus colegas mayores no tienen.
Entre el silencio y la represión, los personajes van acumulando rencores; viviendo contradicciones y sintiendo la claustrofobia de un universo cada vez más reducido, que no corresponde con el amplísimo mundo que se abre ante ellas, a través de las redes sociales y que se encuentra, apenas, detrás de una reja, sin guardias ni barreras.
La realizadora exhibe sin sutilezas, pero con una notable prolijidad en la puesta en escena, la brutalidad de las circunstancias que viven las protagonistas. Desde la resignación y la conformidad, hasta la impaciencia y la necesidad de exiliarse ante un sitio con demasiadas reglas y castigos morales.
La culpa aflora por circunstancias ajenas a los comportamientos, por una cultura anticuada, por regímenes impuestos con rigurosidad. Sor Paola se debate entre seguir los dogmas religiosos o un instinto natural materno. Para Fátima y Luciana, en cambio, la decisión es la seguridad y la sumisión del “hogar” o las consecuencias de una libertad en la que ponen en riesgo la salud de sus hijos.
Si bien Delpero evita caer en juicios o bajadas de líneas, mira críticamente los dogmatismos sin meterse con la fe o las creencias en sí. En todo caso, analiza irónicamente el modelo de “familia” que intentan instaurar las hermanas, la educación eclesiástica que se aplica en este tipo de institución a los menores de edad.
A pesar de ser un drama, con algunos momentos solemnes y algún par de golpes bajos, la tensión dentro del recinto va incrementándose. No sólo por las peleas o discusiones que, a veces, son demasiado discursivas, sino más bien por un clima de opresión que, por momentos, es insoportable. Finalmente, todo se limita a decisiones. Tomar la decisión correcta para los demás, dejando de lado los sentimientos narcisistas. En esta especie de carpe diem, es donde más se fortalece el texto de Maura Delpero.