Un cuento filosófico
No toda la filosofía es tediosa y abstracta. A lo largo de la historia, los filósofos han utilizado distintos tipos de narraciones en la construcción de sus explicaciones o sus argumentaciones. Los casos más famosos tal vez sean Platón, con su mito de la caverna, y Descartes, con su espírtu maligno.
Esos cuentos filosóficos suelen ser breves y, más allá del efecto literario que puedan tener, siempre están al servicio de una idea que de algún modo los justifica. Si no son breves, se transforman en novelas de tesis, un género que sobrevivió sólo hasta que se inventaron las pastillas para regular el sueño.
Hombre irracional es uno de esos cuentos filosóficos dilatados hasta agotar la paciencia. Después de esas dos maravillas que fueron Blue Jasmine y Magia a la luz de la luna, Woody Allen incurre otra vez en una de sus máximas obsesiones: el crimen perfecto.
Y vuelve a condimentarlo con la filosofía francesa de la segunda posguerra (el existencialismo) y la atormentada psicología de Dostoievsky, más un toque de Kant y de Kierkegaard.
Todo lo cual puede ser interesante para que un profesor de filosofía de colegio secundario se evite preparar una clase y comparta con sus alumnos los ilustrativos dilemas de Abe Lucas, el filósofo encarnado por el siempre intenso Joaquin Phoenix.
Precedido por una leyenda romántica de borracho y depresivo, Abe Lucas llega a una universidad de segundo orden de los Estados Unidos y enseguida llama la atención de todo el mundo. En especial, de dos mujeres: otra profesora (Parker Posey) y una alumna (Emma Stone).
La comedia de campus universitario vira hacia el policial cuando por una serie de circunstancias más o menos fortuitas (el azar es uno de los temas preferidos de Abe Lucas), el profesor se plantea el sentido moral de matar a una persona que perjudica a otras.
Pero ese problema, al menos en el modo directo y expositivo en que lo plantea Woody Allen –a través de largos diálogos, voces en off y clases universitarias– resulta ridículo por un exceso de seriedad. Su eventual carga dramática queda desactivada por el tono de "fantasía filosófica" con que lo plantea desde el principio.