Crimen y pecado
En su 45º largometraje, Woody Allen regala una de las películas más ligeras y divertidas y, al mismo tiempo, más profundamente oscuras y pesimistas, en la línea de Match Point y Crímenes y pecados. El espíritu tragicómico está perfectamente balanceado entre el personaje torturado de un profesor de filosofía que interpreta Joaquin Phoenix y el encanto de Emma Stone (en su segunda colaboración seguida con el director neoyorquino tras Magia a la luz de la luna), como una alumna suya, para -en definitiva- otra punzante exploración sobre los dilemas morales, la tentación del crimen perfecto, el cinismo, el azar y la culpa.
Los tradicionales créditos de apertura no tienen esta vez música de jazz tradicional, sino sólo sonido ambiente. Sin embargo, apenas arranca Hombre irracional suena la versión instrumental de The “In” Crowd, del Ramsey Lewis Trío, que se convertirá en el leit-motiv de toda la película. Es un tema intenso, veloz, que sintonizan a la perfección con el tono ligero y por momentos lúdico del film.
Pero a no engañarse: bajo la gracia de sus gags, el tono liviano con que se filma la dinámica de un campus universitario, la sonrisa encantadora de Emma Stone y los hermosos paisajes de Rhode Island fotografiados en pantalla ancha por el talentoso Darius Khondji se esconde una película negra, con una mirada bastante apesadumbrada sobre la condición humana.
Entre Crímenes y pecados y Match Point (aquí el elemento decisivo en la resolución no es una pelota de tenis sobre la red sino una linterna), Hombre irracional está plagada de referencias intelectuales for dummies (Heidegger, Dostoievsky, Kant, Freud, Sartre y Simone de Beauvoir), pero que funcionan como disparador para un tema que ha obsesionado desde siempre a Allen: el sentido de la vida, la forma de encontrar una justificación y un motor a una existencia dominada por el pesimismo y los contratiempos.
El protagonista de Hombre irracional es Abe Lucas (Phoenix), un profesor de filosofía en caída libre: tras una acumulación de desgracias personales, bloqueado a la hora de escribir un libro sobre Heidegger y el fascismo, desinteresado por cualquier relación afectiva y dominado por el alcohol, llega a una universidad de Newport, donde pronto despertará un interés obsesivo por parte de dos mujeres opuestas entre sí: su alumna Jill Pollard (Stone) y una colega casada (Parker Posey).
El arranque es bastante menor. Una apenas correcta comedia de enredos de campus. Sin embargo, cuando todo parece encaminado hacia una previsible historia de affaires amorosos (que los hay), el film da una brusca (y bienvenida) vuelta de tuerca cuando Abe decide que tiene que asesinar a un juez corrupto: es el crimen perfecto (otra de las constantes en la filmografía de Woody) porque no conoce a la víctima, no hay motivo ni causalidad que lo ligue al hecho. A partir de entonces, la personalidad del protagonista y el tono de la película dan un giro que la convierten en algo mucho más oscuro, denso y perturbador de lo que aventurábamos.
Phoenix y Stone están impecables en sus papeles, ya que aportan sus muy diversos y disímiles matices. Más allá de algunos convencionalismos y lugares comunes, la película fluye de una manera impecable. Allen tiene casi 80 años, sigue filmando una película por año y, de vez en cuando, todavía es capaz de sorprendernos. Con Hombre irracional lo hizo de nuevo.