Hombre desesperanzado
El director neoyorkino incide en un tema recurrente de sus últimos films: el sombrío sentido de la existencia humana. Su última película presentada en el 68 Festival de Cannes fuera de competencia, tiene a Joaquin Phoenix en el papel de un profesor de filosofía depresivo que se involucra con una estudiante que compone Emma Watson.
El profesor Abe (Joaquin Phoenix) llega al campus universitario para hacerse cargo de una cátedra vacante. En ella demuestra su intelecto y percepciones de la vida. Una joven estudiante se enamora perdidamente de él, e intenta sacarlo de su depresión existencial. Pero no será el amor aquello que le da sentido a la vida del hombre, sino la opción de asesinar a un desconocido para ayudar a un tercero.
Como en su anterior Magia a la luz de la luna (Magic in the moonlight, 2014), Woody Allen arma una historia completamente sombría bajo un tono agradable. Como si se tratara de una ironía del octogenario realizador, detrás de una historia de amor construye una trama que deambula desde los dilemas existenciales hasta el asesinato como sentido último de la existencia.
El tema es tratado de manera más pasatista que en Match Point (2005) pero no por eso menos profunda. Aquello que se esconde detrás de una personalidad sombría es mucho más turbio que las ambiciones del protagonista del film rodado en Londres. Lo que asusta aquí es que la falta de motivos que encuentra el protagonista en su vida es justamente "el motivo" para realizar el acto de matar.
Si Magia a la luz de la luna encontraba en el amor, la solución irracional al dilema existencial, en Hombre irracional (Irrational Men, 2015) será el asesinato aquello que le dé sentido. En este aspecto el aire de comedia trágica que tenía el film protagonizado por Colin Firth, se convierte en esta oportunidad en un asunto aún más sombrío.
En cuanto tema transitado, Hombre irracional no tiene la novedad en su argumento ni la originalidad en su forma cinematográfica. Allen reitera temas de sus últimos films siendo así una película de carácter intrascendente con respecto a su vasta filmografía. Sin embargo, hay que reconocer, que la diversidad temática nunca fue una preocupación del director de Medianoche en Paris (Midnight in París, 2011) que vuelve una y otra vez sobre las mismas inquietudes como artista.
Pensar cada protagonista como el alter ego de Woody Allen –algo que se hizo siempre que el director no actúa en un film dirigido por él- es decir que estamos ante un Woody desesperanzado, cargado de más preguntas que respuestas y con una única misión: hacer films en apariencia pasatistas para disimularlo.