Otro juego de intriga con el inconfundible sello de Woody Allen
Cada temporada, Woody Allen nos regala una nueva pieza digna de atención. A veces más inspirada, o más trabajada,a veces no tanto, pero siempre atractiva y agradecida. Con los años (y dentro de exactamente dos meses cumple 80) ha empezado a transmitirnos sus relecturas. No nos referimos a eso de refritar sus propios argumentos, sino al placer de la vejez bien llevada, evocando críticamente experiencias de otros tiempos para mirar los presentes y deliciosos secretos de algunos clásicos "menores" para probarse el traje y de paso transmitir un modo de contar las cosas.
Ese modo tiene que ver con la levedad, el sentido de la síntesis y el gusto de la narración que parece apenas un juego de intriga y termina redondeando una tragicomedia con tesis filosófica como si fuera apenas un cuento para leer en verano. Esos clásicos son, en esta oportunidad, Alfred Hitchcock y G.K. Chesterton, El Príncipe de las Paradojas que regocijaba a nuestro Jorge Luis Borges. Lo de Hitchcock, no por el suspenso, sino por el entramado malicioso y alguna otra cosita que que el Mago aplicó en "La sombra de una duda", gracias al escritor Thornton Wilder, nada menos.
Incluso puede advertirse en "Hombre irracional" ese jueguito de relaciones binarias que el filósofo y filoso Slavo Zizek descubrió en "La sombra..." y explicó detalladamente en su libro "Todo lo que usted quería saber sobre Lacan pero temía preguntarle a Hitchcock" (titulo deudor de Allen, todo tiene que ver con todo, como decía Pancho Ibáñez, aquel animador que ayudaba a los televidentes a cultivarse). En este caso, el jueguito incluye dos mujeres, dos ocasiones fallidas, dos vasos de jugo, en fin. El espectador puede entretenerse y mantenerse atento a esos detalles, las menciones a Dostoievski, Kant, Kierkegaard, Arendt, el dominio del azar en nuestra vida, los relatos paralelos que exponen sus dos personajes principales, y las frases marca Allen aplicadas por y para un docente egocéntrico en estado de escepticismo: "Esos chicos agradables que darán forma al mundo con su ignorancia, desinformación o indiferencia", "El mundo era mejor en un porcentaje infinitesimal", "Siempre tenía una frase enrevesada". O lo que dice su alumna favorita: "No estoy preparada para comprometerme con una sola persona".
Ah, tendríamos que decir algo sobre el argumento. Pero mejor no, más vale disfrutar la sorpresa del cuento, y el reencuentro anual, ya familiar, con el viejo Allen. Que, como todo viejo, parece que va a contarnos de nuevo lo mismo y nos sale con otra cosa. "Hombre irracional" tiene puntos de contacto con "Crímenes y pecados", "El sueño de Cassandra", "Match Point", pero es otra cosa. Elogios, además, para Joaquin Phoenix, las deliciosas Emma Stone y Parker Posey (la colega promiscua), la selección musical incluyendo un riff de piano de Ramsey Lewis, y el jardinero del plácido Braylin College donde se filmó la película. Dirán que es una obra menor, pero vale la pena.