Locos del aire
Que la traducción no engañe: The Men Who Stare at Goats (2009)-literalmente Los hombres que miran a las cabras- está lejos de las implicancias cómicas y veraniegas que el inexacto Hombres de mentes propone. Más cerca de la crítica solapada de Tres Reyes (Three Kings, 1999) que la guerra como marco para el absurdo de M.A.S.H (1972), la adaptación cinematográfica del libro homónimo escrito por el británico Jon Ronson alcanza el punto máximo con un binomio protagónico absolutamente desatado.
Hastiado del ninguneo de su mujer, quien lo deja por su editor, el periodista Bob Wilton (Ewan McGregor) viaja a la conflictiva Irak más para la certificación ajena de su providez que por amor al oficio en sí. Allí descubre una historia que, según cree, lo catapultará a la tapa y, por qué no, a los brazos de su amada: el Nuevo Ejército de la Tierra, una combinación de artes bélicas con espiritualismo que aspira a revolucionar el combate armado.
La película del también actor Grant Heslov oscila entre la comicidad de sus criaturas que la habitan, con la aterradora posibilidad de que existen soldados no sólo capacitados para matar, sino también para controlar las mentes ajenas. No es casual, sí causal, que la génesis del comando radique en la guerra de Vietnam, tierra de los alucinógenos y el libertinaje de consumo pero también tumba de millones de civiles; y que el film opte por amenizar una investigación publicada en 2005 (previamente adaptada a TV) donde se devela la experimentación esotérica y espiritista del ejército norteamericano. De allí su título: la mente es tan poderosa que alcanza sólo mirada fulminante para que una cabra caiga literalmente redonda.
Hombres de mentes es un virtual engendro entre la alienación de Nacido para matar (Full Metal Jacket, 1987), la gracia involuntaria patinada con una leve crítica de Tres Reyes (Three Kings, 1999) o la directo a DVD Guerra S.A (War, Inc., 2008) y el humor físico tenido de negro de los hermanos Joel y Ethan Coen: la gesticulación que se presume sutil y ínfulas de sapiencia del Lyn Cassady de George Clooney lo hermana con el Chad Feldheimer de Brad Pitt en Quémese después de leerse (Burn after reading), donde por esas casualidades de Hollywood, también participaba el protagonista de Syriana (2005).
Pero si Clooney se consolida como un actor de una enorme plasticidad y de movimientos mínimos pero de grandes implicancias, el cada día más grande (y redondo) Jeff Bridges está más allá de cualquier marcación actoral posible. El ganador del Oscar a Mejor actor por Loco Corazón (Crazy Heart, 2009) inunda la pantalla con el creador del movimiento, un Coronel Hippie de colita de caballo, harapos sobre el cuerpo y aire desenfadado. Camina desgarbado, lento, con los pies pesados, como en un metamundo alucinado donde no impera tiempo más que estipulado por el cuerpo.
Película de comicidad involuntaria, por momentos política y por otros irreverente, Hombres de mentes es una auténtica rareza en una cartelera cada día más acostumbrada a las fórmulas probadas, casi tan rara como su nombre.