Una sátira de la guerra que navega a la deriva
Fallidas ironías en Hombres de mentes
Hombres de mentes se abre con la imagen de Stephen Lang ?aquel duro combatiente que se convertía en el villano de Avatar? estrellándose contra la pared de una oficina. Como en el film de James Cameron, aquí también viste uniforme militar; pero al mismo tiempo tiene la mirada perdida y un agobio que sólo podrá mitigarse si alcanza el improbable logro de atravesar ese muro y pasar al otro lado.
Estamos ante una sátira que apuesta decididamente por el absurdo. Y el escenario de ese juego es la guerra de Irak, vista aquí con un espíritu burlón que no disimula de entrada ácidas críticas sobre el papel de Estados Unidos en el conflicto.
En la anécdota se mezclan un periodista resuelto a viajar al frente de guerra tras un despecho amoroso, un antiguo oficial que cumple misteriosas tareas encubiertas, una misión enigmática en medio del desierto y, por sobre todo, el arma secreta de triunfo en la batalla: un batallón de "guerreros Jedi" adiestrados por un ex hippie y dotados de fuerza espiritual para ganar la batalla con el amor y el poder de la mente, gracias al cual podemos matar una cabra después de mirarla fijamente, tal como lo sugiere el título original.
Del promisorio comienzo viajamos a una mezcla tan confusa y desconcertante como las idas y vueltas en el tiempo que propone el relato. Para anudarlas, Heslov recurre a explicaciones alambicadas y situaciones que sólo consiguen con cuentagotas un efecto humorístico. La expresión desganada de Jeff Bridges es la mejor ilustración de este relato que navega a la deriva entre los hermanos Coen (el personaje de Clooney parece salido de uno de sus trabajos con el dúo) y el recuerdo de la insuperable MASH.