Volver a Volver al futuro
Impresiona: pasaron 15 años desde la primera Hombres de negro y Will Smith está igualito. Tommy Lee Jones, no tanto. Quizás por eso esta vez, por una vuelta narrativa que toma cuerpo en un viaje en el tiempo, lo reemplaza Josh Brolin ¡Y funciona! Sí, la pareja policía copado-policía gruñón funciona en sus dos versiones, tanto cuando se trata de hacer chocar la elasticidad relajada de Smith con esa cara borroneada en piedra que tiene Jones ahora, como cuando a Smith le toca conocer a un agente K que tuvo tiempos menos duros y más humanizados, allá por los ´60.
La excusa, como casi siempre, importa poco: hay un villano que desde hace décadas está recluido en una prisión de máxima seguridad ubicada en la Luna (linda idea, ¿no?, que además da lugar a un comienzo realmente atractivo); ese villano, pura maldad hiper diseñada, tiene una boca en la mano rodeada de garras que parecen dientes (espeluznante), dientes que parecen garras y más garras aún en las patas, que usa para impulsarse y agarrarse del suelo como un animal. Un buen villano y un buen par de protagonistas que se quieren pero no se soportan no está nada mal para empezar (y menos en una película que tiene producción ejecutiva de Steven Spielberg), así que Hombres de negro 3 pisa sobre terreno firme para empezar a desarrollar su historia mega delirante que se vale, con los buenos y clásicos chistes tontos de por medio, de un argumento de viaje en el tiempo casi calcado de Volver al futuro.
La misión consiste en regresar al icónico 1969 para salvar al agente K, y la excusa le sirve a la saga (que de por sí tiene a su favor la idea de poner alienígenas disimulados en los lugares más imprevistos, lo que la convierte todo el tiempo en una especie de caja de sorpresas), por un lado, para explotar -literalmente, como pequeños petardos caseros- bromas como la que hace de Andy Warhol (buena elección) un agente camuflado que se hace pasar por artista y pide por favor que se termine su misión porque “ya se me están acabando las ideas, pinto bananas y latas de sopa”. Al mismo tiempo, el agente J (Smith), curioso por entender cómo su compañero se convirtió en ese muro contra el que choca todo lo humano, está feliz de redescubrir a K en un pasado más amable que incluye una sorpresa conmovedora de verdad sobre el final, tanto como puede serlo una película para ver con chicos o como chicos.