El cine burocrático
La Men in Black de Barry Sonnenfeld ya se había alejado leguas del cómic original de Lowell Cunningham publicado por Aircel en 1990. Los primeros tres números del cómic (cuyas publicaciones originales se transformaron en títulos de culto) tienen un espíritu mucho más oscuro y adulto que el de la comedia de 1997, año en que el título ya estaba en manos de Marvel. Las páginas de los primeros cómics están cargadas de una violencia y una onda que la saga cinematográfica nunca supo ni quiso tener. Además de que no sólo se basan en extraterrestres con pinta de insectos sino que explotan muchos más aspectos del fantástico, la ciencia ficción e incluso el policial negro así como varios tópicos tomados de las noticias de ese momento como las sectas ligadas a la experimentación con drogas duras y los narcos mexicanos.
Esta cuarta adaptación cinematográfica llega incluso más pasteurizada que la versión de 1997, y cae además en un momento del cine mainstream plagado de reversiones de cómics (por desgracia no de los cómics para adultos sino de los de superhéroes más ligados al target infantil y encima licuados o basados en sus historias menos interesantes). Los productores -entre ellos Steven Spielberg y Sonnenfeld, quien dirigió las tres primeras partes- y el director F. Gary Gray (director de la muy buena Straight Outta Compton y la malísima The Italian Job), se subieron a la ola del momento y eligieron o dieron la venia para contar con Chris Hemsworth y Tessa Thompson, ambos de Thor: Ragnarok (2017) y Avengers: Endgame (2019), seguramente para captar al fiel público del Marvel Cinematic Universe. El tono encaja a la perfección con el target elegido porque el film es más de comedia que de ciencia ficción, e incluso la dinámica narrativa está mucho más cerca de los nuevos productos de Marvel que de la primera adaptación de Men in Black. Además de la celebración del digital y del cine inmaterial, el tipo de clímax y toda la cuestión de salvar al mundo también encastra perfecto con las nuevas aventuras de moda.
El enorme Tommy Lee Jones (en las tres películas previas el Agente K) parece en primera instancia ser reemplazado acá por Liam Neeson (el Agente T), pero en realidad su papel equivale al de H (Hemsworth), y el del Agente J (Will Smith), al de M, Tessa Thompson como la novata que es guiada por el maestro cancherón. Esta vez para cumplir con el mandato de la coyuntura, la protagonista además de negra es mujer, e incluso hace un chiste con el nombre de la organización, tal como en la última X-Men, cuando Mystique (Jennifer Lawrence) dice que en realidad el grupo de mutantes debería llamarse X-Women. En esta cuarta versión la historia se desvía por el camino romántico y se tergiversa aún más el espíritu original. Si en la saga previa los monstruos tenían una cuota importante, y en el cómic primaba cierta sordidez, acá nos hacen poner el ojo en el camino triunfal de la Agente M a través de la representación de un nuevo/viejo sueño americano que es casi una contracara de la idea primigenia. El poco suspenso pasa por el enemigo interno y el humor recae en Pawney (Kumail Nanjiani), un mini alien que funciona como comic relief aunque en realidad no hay momentos de tensión que alivianar porque estamos ante una comedia romántica soporífera con escenas resueltas de manera burocrática.