Hombres de Negro: MIB Internacional

Crítica de Lucas Moreno - La Voz del Interior

ón de Hombres de Negro se debate entre continuar la trilogía o convertirse en una remake, con reglas narrativas ligadas más a la acción que al espionaje, y un sentido del humor más llano. Un vaivén entre tradición y autonomía no resuelto que empobrece su identidad.

Por un lado, el imaginario de Hombres de Negro persiste como mezcla de Los Expedientes Secretos X y Misión: Imposible; por otro lado, se palpita un anhelo de cambio, un enroque marketinero, estruendoso y presupuestario, con locaciones que van de Marrakesh a París. Su nuevo director, F. Gary Gray, busca inyectarle a la saga frenesí y glamour turístico al tiempo que intenta rendirle tributo a Barry Sonnenfeld.

Pero la astucia de la primera Hombres de Negro era jugar con el camuflaje, la idea de que detrás de cada borderline se escondía un alienígena. La torpeza de Hombres de Negro: Internacional es exhibirlo todo como muestra de virilidad digital: no hay lugar para la ambivalencia; se muestran extraterrestres y tecnología alienígena como si se tratara de una película de Star Wars.

La noción de una agencia secreta que regula el tránsito interplanetario es desplazada por un zoológico de criaturas, la fanfarronería de exhibirle al espectador todos los bichos que lograron diseñar en el departamento de CGI.

El nuevo tono de Hombres de Negro se debe en gran medida a la incorporación de Chris Hemsworth y su estilo actoral. Ni por un segundo la película pierde de vista que cuenta con uno de los hombre más bellos de la industria y lo encasilla en un personaje rebelde, carismático y heroico, un galán autoconsciente que jamás baja las defensas narcisistas. En Hemsworth todo es físico, la eterna mueca sensual. El actor lo sabe y no pierde oportunidad para actuar como en una publicidad de perfume. Este sex appeal omnipotente priva al filme de encontrar su propia seducción. Será una figura mainstream tiñendo de mainstream una saga.

Hombres de Negro: Internacional agobia con su ritmo acelerado, sus resoluciones facilistas. Cada vez que suena la clásica melodía de Danny Elfman, el espectador se confunde entre la nostalgia y la incongruencia. Es Tessa Thompson como una pasante quien puede darle algo de interés a la historia, o al menos de humor, pero este pequeño oxígeno no es suficiente.

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¿Ver o no ver la nueva Hombres de negro? Hombres de franquicias y pocas ideas

Con la incorporación de actores jóvenes, “Hombres de Negro” pierde identidad y delata el agotamiento de su fórmula. Por momentos es torpe, y a veces agobiante.

lmoreno
LUCAS ASMAR MORENO
Viernes 14 de junio de 2019 - 21:04
La nueva versión de Hombres de Negro se debate entre continuar la trilogía o convertirse en una remake, con reglas narrativas ligadas más a la acción que al espionaje, y un sentido del humor más llano. Un vaivén entre tradición y autonomía no resuelto que empobrece su identidad.

Por un lado, el imaginario de Hombres de Negro persiste como mezcla de Los Expedientes Secretos X y Misión: Imposible; por otro lado, se palpita un anhelo de cambio, un enroque marketinero, estruendoso y presupuestario, con locaciones que van de Marrakesh a París. Su nuevo director, F. Gary Gray, busca inyectarle a la saga frenesí y glamour turístico al tiempo que intenta rendirle tributo a Barry Sonnenfeld.

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Pero la astucia de la primera Hombres de Negro era jugar con el camuflaje, la idea de que detrás de cada borderline se escondía un alienígena. La torpeza de Hombres de Negro: Internacional es exhibirlo todo como muestra de virilidad digital: no hay lugar para la ambivalencia; se muestran extraterrestres y tecnología alienígena como si se tratara de una película de Star Wars.

La noción de una agencia secreta que regula el tránsito interplanetario es desplazada por un zoológico de criaturas, la fanfarronería de exhibirle al espectador todos los bichos que lograron diseñar en el departamento de CGI.

El nuevo tono de Hombres de Negro se debe en gran medida a la incorporación de Chris Hemsworth y su estilo actoral. Ni por un segundo la película pierde de vista que cuenta con uno de los hombre más bellos de la industria y lo encasilla en un personaje rebelde, carismático y heroico, un galán autoconsciente que jamás baja las defensas narcisistas. En Hemsworth todo es físico, la eterna mueca sensual. El actor lo sabe y no pierde oportunidad para actuar como en una publicidad de perfume. Este sex appeal omnipotente priva al filme de encontrar su propia seducción. Será una figura mainstream tiñendo de mainstream una saga.

Hombres de Negro: Internacional agobia con su ritmo acelerado, sus resoluciones facilistas. Cada vez que suena la clásica melodía de Danny Elfman, el espectador se confunde entre la nostalgia y la incongruencia. Es Tessa Thompson como una pasante quien puede darle algo de interés a la historia, o al menos de humor, pero este pequeño oxígeno no es suficiente.

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La película reconoce su vaciamiento al incorporar un chiste sobre el nombre. ¿Por qué “hombres de negro y no mujeres de negro”? “Cambiarlo es complicado y burocrático”, responde el personaje de Thompson. Es así como la parodia de agentes de la CIA parece malformada por un nuevo paradigma feminista. La seriedad tristona de Tommy Lee Jones ya no tiene sentido. La frescura empoderada de Tessa, tampoco.