Se estrenó un nuevo episodio de la saga creada en 1997 por Lowell Cunningham. Este spin-off tiene como protagonistas a Chris Hemsworth y la ascendente Tessa Thompson bajo la dirección del discreto F. Gary Gray.
Cuando Barry Sonnenfeld, denominado a mediados de los ’90 como uno de los directores más ingeniosos y ácidos del cine industrial, tomó el oscuro cómic de Cunningham que sólo tuvo tres destacados números, eran muchos los que se preguntaban qué tipo de película haría. Con el apoyo de Steven Spielberg, Tommy Lee Jones (actor serio) y el ascendente Will Smith (que venía de sorprender en Día de la Independencia), el film de 1997 sorprendió en la taquilla gracias a su humor y la empatía que generaba la pareja protagónica.
En 2002 llegó la secuela, pero los resultados fueron decepcionantes. Faltaba la frescura del film original y, sobre todo, las ideas que convirtieron a la predecesora en un clásico de esa década. Diez años después, el mismo trío regresaría con una fría tercera parte. Josh Brolin interpretó al joven K (en lugar de Jones) y la trama incluía viajes en el tiempo. Lamentablemente, otra vez el guión sería tan o más frustrante que el de la secuela de 2002. Tampoco Sonnenfeld tenía las ideas visuales que caracterizaron su estilo irónico en los ’90. Demasiado ingenua, demasiado familiar, la tercera parte llamaba a neuralizar con urgencia la saga. Borrón y cuenta nueva.
Pasaron siete años, y tras amagar con un crossover con la saga de Comando especial (¡qué buena idea dejaron pasar!) llega la esperada cuarta parte. Y otra vez los resultados no están a la altura. ¿Qué pasó esta vez?
Básicamente el mismo problema de las tres predecesoras. Se contrata a guionistas que no entienden el material que tienen entre manos. Ed Solomon tiene una trayectoria implacable. Es uno de los creadores de la saga de Bill & Ted (ahora está desarrollando la tercera parte) y supo encontrarle el tono perfecto al film de 1997, que iba acorde a la visión cínica de Sonnenfeld. Matt Holloway y Art Marcum tienen como antecedentes la escritura de la primer Iron Man (la peor de todas) y la última Transformers. A esto hay que sumarle que F. Gary Gray es un director con muy poca identidad cinematográfica, que tiene un par de productos interesantes (El mediador, La estafa maestra)- pero no aporta una mirada autoral, un sello distintivo como lo hacía Sonnenfeld.
Por lo tanto, sin ingenio creativo detrás de cámaras, lo que queda es un producto en piloto automático. Que los protagonistas se pongan la película sobre los hombros y hagan el milagro de llevarla a buen puerto.
En frío, la pareja Thompson-Hemsworth, que venía de demostrar una excelente química en Thor Ragnarok y Avengers: Endgame, tenía todo para sacar adelante un spin-off sin traicionar el espíritu de las que hicieron Jones y Smith. Hemsworth demuestra que es un actor todo terreno. Aprovecha su sex appeal para ridiculizarse. Thompson, en cambio, tiene una versatilidad sorprendente. Pero ninguno de los dos es comediante natural como Smith y, al mismo tiempo, ninguno tiene esa templanza de pocos amigos como Jones. Por lo que el carácter de ambos termina por fusionarse. “La clave de una buena pareja cómica es que uno de los de los dos debe ser un intérprete dramático y otro, comediante”. Así definió Sonnenfeld el éxito del film de 1997 y el motivo del fracaso de Las aventuras de Jim West.
Claro, detrás de Thor Ragnarok estaba Taika Waititi, que en este momento tiene ese ingenio que tanto le adularon en los ’90 a Sonnenfeld. Habría sido una excelente opción para escribir y dirigir esta cuarta parte. Pero también vale recordar que la pareja principal de la tercera parte de “el hijo del trueno” eran Hemsworth-Ruffalo.
En fin, la historia muestra a Molly (Tessa Thompson), una chica que desde su infancia sigue las andanzas de los MIB por todo Brooklyn hasta que, por fin, entra en el famoso recinto de la saga y la recibe la Agente O (la Thompson británica) que, reconociendo sus habilidades, y luego de un rápido entrenamiento, la manda a una misión de prueba en Inglaterra. Allí es recibida por el Gran T (Liam Neeson), en completo piloto automático, que le pide que se asocie a su mejor agente, el torpe H de Chris Hemsworth.
La pareja recorrerá medio mundo, primero como guardaespaldas de un buscado alien, y después intentando salvar una poderosa arma capaz de destruir la galaxia. La primera hora del film es bastante entretenida y tiene algo del humor que distingue la saga, pero en la segunda mitad la historia se enreda previsiblemente. Hay varias coincidencias narrativas y geográficas con la última John Wick, aparece un pequeño y divertido aliado de otra dimensión, pero realmente es poco lo que aporta esta cuarta entrega a un saga agotada.
A medida de que avanza el film, el entusiasmo inicial se va disipando y lo que queda es un clímax final sin emoción. La premisa intenta crear un aura de misterio, pero se van tirando tantas pistas sobre la marcha que la resolución resulta obvia y previsible. Todo muy ingenuo, casi infantil.
Hay guiños, muy pequeños, a las entregas previas, pero no esperen un cameo de los personajes originales. Aparecen los gusanos y Frank, el perro, pero es tan decepcionante su participación así como el resultado final del film.
La frescura y buena química que le aportan Hemsworth y Thompson se ve mitigada por la ausencia de un guión ingenioso y un trabajo de dirección apático, sin ideas conceptuales o visuales concretas. Los efectos especiales y personajes CGI se destacan, pero no llegan a sostener una película original. Más que el regreso de Jones y Smith, lo que se necesita es el regreso de Solomon y Sonnenfeld detrás de cámara.