Colorín colonizado, este cuento ha fracasado
A no sorprenderse con la historia de Home, la nueva apuesta de Dreamworks a la animación destinada al público menudo (hasta 8 años, aproximadamente), porque se trata de una colonización alienígena donde la raza humana es trasladada a Australia y el verosímil de esta anécdota intergaláctica, pensada sólo para chicos, no se sostiene desde el minuto uno hasta el desenlace con mensaje pacificador detrás y la moraleja que reza: No importa de qué color seas, todas las razas somos iguales.
La raza colonizadora son los Buvs, quienes en plan de fuga de su planeta por la llegada de su enemigo natural, deciden apoderarse de la tierra sin invadir ni destruir nada. Aterrizan y ya, la tierra es de los Buvs. Entre ellos, el protagonista Oh, un paria dentro de su propia especie, sin amigos ni familia, quien para no sentirse tan solo organiza una fiesta de inauguración de su nuevo hogar, pero en vez de enviar el mensaje a los íntimos, es decir a los de su propia especie, lo envía a toda la galaxia, por lo cual llegaría la nueva ubicación de los Buvs a manos de sus enemigos y así el planeta tierra correría un serio peligro de destrucción masiva.
Un film planteado con tanta liviandad que solamente apela a las acciones donde se mezcla el despliegue visual y los colores que inundan la pantalla, no puede crecer sin establecer un principio de simetría con un humano también paria y resentido de la presencia alienígena. Ella es Trip, a quien los aliens alejaron de su madre al invadir este planeta, aunque Oh le confirma que está sana y salva en Australia, objetivo de la futura misión que encararán una vez solucionado el tema de la invitación masiva.
Home no es un film que explote en ideas sino más bien todo lo contrario; su impronta conservadora le juega demasiadas veces en contra y en los momentos de desacartonamiento la movida no sale como corresponde, al punto de volverse tedioso por lo esquemático sin siquiera destacarse el trabajo de composición de las escenas de acción y mucho menos los personajes, que no pasan de la categoría de simpáticos a soportables, a pesar de que cambien de color según la emoción.