Una propuesta insuficiente para todas las edades
Los afiches de Hop: Rebelde sin Pascuas nos informan que este film es "de los creadores de Mi villano favorito ". A no engañarse: esta nueva película, que combina personajes animados con actores de carne y hueso, carece de la sorpresa, la creatividad visual, la ironía y el humor negro de aquel largometraje. La comparación, en todo caso, debería ser con Alvin y las ardillas , que ofrecía una fórmula estética y narrativa muy parecida a ésta (además, en ambos casos fueron dirigidos por Tim Hill).
La "convivencia" en pantalla entre humanos y sus coprotagonistas animados ha sido, desde siempre, muy difícil. Por supuesto, hay honrosas excepciones ( ¿Quién engañó a Roger Rabbit? podría ser una de ellas), pero en general la interacción es bastante dificultosa y, así, al no contar con demasiadas referencias, los actores terminan haciendo una suerte de unipersonal totalmente desbocado. James Marsden, el antihéroe de este relato, sufre esta suerte de maldición artística en toda su dimensión.
Marsden interpreta a Fred, un treintañero sin grandes ambiciones que vive demasiado cómodo en la casa de sus padres, quienes lo obligan a mudarse y a mantenerse por sí mismo. El joven terminará haciendo dupla con E.B., un conejo que se ha escapado de Rapa Nui (plena Isla de Pascua), donde su padre maneja la fábrica de los millones de chocolates que se reparten para Semana Santa.
El film apela a un esquema dramático básico (la confrontación padre-hijo y la reconciliación final) y a una trama que reemplaza la Navidad por la Pascua (si Fred y E.B. no desbaratan a tiempo la confabulación concebida por un despótico pollo llamado Carlos, las familias se quedarán sin sus dulces). Pero, más allá de sus limitaciones y su falta de inspiración, lo que más se lamenta en Hop es la escasa gracia de sus escenas, la poca naturalidad de sus personajes y la casi nula empatía que genera en el espectador. Hay, sí, mucho vértigo, color, situaciones musicales (E.B. es un virtuoso conejo baterista) y apariciones especiales, como la de David Hasselhoff. Demasiado poco para una producción de aspiraciones masivas que tiene la siempre difícil misión de entretener a los distintos integrantes de un grupo familiar.