“Hop”: más técnica, menos ingenio
Entre «¿Quién engañó a Roger Rabbit?» y «Hop - Rebelde sin Pascua» pasaron 22 años y una revolución digital. En uno y otro caso un conejo animado interactúa con actores en vivo aunque, para el ojo de hoy, las escenas que compartían Bob Hoskins con el atribulado Roger, que tanto encandilaron al público en su época, resultan completamente artificiosas comparadas con el «realismo» con que lo hacen E.B., el conejo de Pascua heredero, y el personaje que compone James Marsden; claro, el ingenio de los guiones y las referencias cinematográficas de entonces parecen haber transitado el camino exactamente opuesto (y sin intentar comparar lo de ahora con James Stewart y su excepcional «Harvey», lo que sería demasiado cruel.)
«Hop» es una película estacional que se vale de la celebración de las Pascuas para confeccionar, sobre la leyenda del Easter Bunny, o Easter Hare, una historia ad hoc, tal como se hizo localmente con el Ratón Pérez, personaje mucho más popular entre nosotros que ese conejo pascual que sólo tiene vigencia en los países sajones (en los latinos sólo hay huevos sin conejos distribuidores).
La modesta trama de la nueva producción, cuyo libro también carece de la acidez o las réplicas de «Alvin», realizada por los mismos creadores, imagina el reino chocolatero de la Pascua en los subsuelos de la isla del mismo nombre, y cuyo conejo Rey se dispone a cederle el trono a su hijo, E.B., quien como tiene pocos deseos de continuar con la tradición de delivery de huevos escapa de allí a Los Angeles, meca de cuanto fugitivo, terrícola o no, ha producido el cine.
La intersección con el mundo humano tiene lugar en casa de la familia OHare (sí, por supuesto: OLiebre), en donde el hijo mayor (Marsden), quien en su infancia sorprendió descubrió una noche al rey Conejo en su jardín, demuestra tan poca vocación de trabajo como E.B. Entre ellos se establece pues el nexo mediante los recursos de fórmula: sorpresa, incredulidad, rechazo, aceptación, complicidad, etc. Para E.B. la fuga es aun más complicada, dado que tres «boinas rosas», algo así como tres conejitos émulos de John Wayne, son enviados por el padre a encontrarlo. La vuelta de tuerca, en el reino de la Pascua, se completa con el intento de golpe de estado que, ante la escapatoria voluntaria del conejo, quiere dar el pollo Carlos, lugarteniente desleal del rey.
Los chicos disfrutan, desde luego, las gracias de E.B, aunque es posible que si la película hubiese transcurrido puramente en el registro de animación (donde ocurren las escenas más logradas) habría ganado muchos puntos en gracia y frescura. Casi todas las escenas con humanos no sólo son chatas y obvias, sino que hay personajes que resultan francamente antipáticos, como el padre de los OHare (Gary Cole), como si su disgusto casi permanente excediera lo que le reclama el guión.