Un conejo simpático y no mucho más
Muchas expectativas no causaba un producto como este, al cual se le notan todos los engranajes calculados, con el objetivo de explotar una festividad como la de la Pascua, creando una criatura que podría ser un concepto marketinero en vez de un personaje. Y si tenemos en cuenta que el director es Tim Hill, que tiene buenos antecedentes como guionista de Bob Esponja, pero como director cinematográfico apenas tiene para ofrecer Garfield 2 y Alvin y las ardillas, el asunto no sonaba bien. Pero el saber que el guión estaba a cargo de los mismos que hicieron el de Mi villano favorito ayudaba un poco y brindaba algo más de esperanzas.
En realidad, lo que termina pasando es algo parecido al dicho “una de cal y una de arena”. La historia de Hop, rebelde sin Pascua retoma la transitada trama del enfrentamiento de concepciones entre padres e hijos, con dos protagonistas que reniegan de los mandatos paternos y que a partir de la mutua empatía consiguen equilibrar sus vidas entre lo que quieren, esperan o necesitan los demás, y sus propias ambiciones o necesidades. El hijo del Conejo de Pascua no quiere asumir la tarea de su padre porque quiere ser una estrella de la música, huye a Hollywood y en un accidente se encuentra con Fred (interpretado por James Marsden, quien es en muchos aspectos el que termina llevando el mayor peso del relato), un treintañero desempleado que no termina de encontrar su rumbo, quien primero le presta ayuda a regañadientes y luego va descubriendo que lo necesita más que a nadie.
Hay que reconocerle al filme que todo este proceso es contado sin subrayados y con cuidado por los personajes. También que el conejito es adorable y dan ganas de llevárselo a casa. Y que las secuencias donde aparece David Hasselhoff lo muestran al actor de Baywatch con la mejor de las autoconciencias.
Sin embargo, eso no suprime la sensación permanente de piloto automático, de falta de ambición y de cosa ya vista. No hay un solo plano en Hop, rebelde sin Pascua que sea medianamente original y está muy pero muy lejos de la potencia visual de Mi villano favorito. Se pueden intuir buenos trabajos en las voces por parte de Russell Brand, Hank Azaria y Hugh Laurie, pero tampoco estas labores van a estar entre las más recordadas de sus carreras. Evidentemente, faltó un director con la visión creativa imperiosa para elevar al filme por encima de la medianía.
Por suerte, a pesar de su permanente sensación de deja vú, Hop, rebelde sin Pascua se concentra más en el aspecto infantil que en el religioso de la festividad, sin tomarse nunca verdaderamente en serio, hablando de cuestiones más vinculadas a la familia o la amistad. No lo digo por prejuicio (bueno, quizás sí), pero no viene nada mal que se deje a un lado la metáfora religiosa, que seguramente habría empantanado todo. Eso sí, difícil esperar algo sustancioso de las futuras secuelas.