Sobre repeticiones, esperas y tiempo
Es verdad que (me pasa) es posible que exista algo de incomodidad al escribir una serie de comentarios a modo de reseña sobre una película que todo el mundo aclama. Bueno, eso fue lo que me pasó con Hora-Día-Mes, vaya uno a saber si fue porque en el contexto (y en el día) lo que percibí no estaba llegando con toda la fuerza que era de esperar, o porque la abulia, el tedio, la pasividad irritante del personaje principal, Nardo, al frente del estacionamiento en que trabaja y sus horas pasan en una monotonía bastante desgastante, hacían que mis sentimientos fueran desde el enojo hasta el embole supremo. Y bueno…ahí está la cosa.
El mensaje llegó, Nardo se me hizo tan aburrido y me empecé a preguntar qué lo llevaba a estar cómodo en ese pequeño espacio que podía tornarse una especie de encierro autoimpuesto en el que él dominaba todo. Un sector, un mundo en que el control era absoluto y podía manejar los acontecimientos a sus anchas. “Como no es posible poder manejar todo fuera de acá, puedo manejar todo lo que ocurre dentro” se habrá dicho un día Nardo, un tipo frustrado que sabe que no logrará nada más. Y si expandimos la experiencia del personaje, vemos multiplicados miles de Nardos en el movimiento en masa de una sociedad apática, deslucida, que sabe que..bueno, que ya está, tiene un límite, y le han dicho que no puede hacer nada más ni legar más lejos. Pero (y esto es una opinión muy personal) a no confundirse; el desgaste conjunto de el grupo de individuos, el erosionamiento de la voluntad en cada uno de ellos para apagar al conjunto tiene un desarrollo previo en forma de trabajo de hormiga individual, en que cada sujeto recibe como un goteo seco, segundo a segundo, lo que al final será recibido en la cabeza como un martillazo que no cesa: NO PODÉS. NO. Y estas negativas son tan fuertes que se terminan haciendo carne y después se contagian. De modo que, lo que no hay que olvidar, es que la valía individual es necesaria para un todo que funcione; diluir las posibilidades propias anulándolas no permite construir nada, y nos trae un montón de Nardos; parecen tener magia, pero al final son sombras vivientes que controlan pequeños mundos grises, melancólico y deprimente.
Manuel Vicente encuentra el tono perfecto y podemos creer en su apagado Nardo, mientras, por ejemplo, memoriza el spitch para vender un auto repitiendo el contenido del mismo una y otra vez, como un chico que aprende la lección de memoria. Los textos de Marcelo Cohen (también acompañando desde la voz en off) sirven de apoyo para entender la historia y el devenir del personaje.Digna de verse si tienen ganas de filosofar un poco.
Hora-Día-Mes es una película que tiene un cierto sentido un poco plano a pesar de una buena construcción general, pero que al final logra dar su mensaje.