Hora del heroísmo
Horas contadas (The Finest Hours, 2016) narra un desastre histórico en la costa noreste de Estados Unidos – el hundimiento de un buque petrolero en 1952 – y el espectacular rescate que se condujo en pleno ciclón.
En el centro de todo se encuentran dos jóvenes marinos; el contramaestre Weber (Chris Pine), a cargo de una misión de rescate suicida a bordo de una pequeña barcaza, y el oficial Sybert (Casey Affleck), quien comanda la mitad superviviente del Pendleton luego de que el petrolero se parte en dos y deja a la tripulación sin capitán. Ambos deben ponerse a la altura de circunstancias que les exceden en rango y madurez, y comandar el respeto de hombres que siempre se los han rehusado. Pero lo que debería ser una clásica historia de aventuras a lo Joseph Conrad se queda en el terreno de la dramatización.
Similar al caso de En el corazón del mar (In the Heart of the Sea, 2015), los personajes quedan reducidos en la enorme escala de lo que les pasa, y sus historias personales nunca terminan de consolidarse. Sybert es una fuerza que opera en tiempo presente, sin otras complicaciones que las inmediatas, y la única caracterización que recibe es la propia personalidad del actor. Weber por su parte posee un arco evolutivo, aunque sea trillado: aprender a jugarse y desobedecer las reglas.
Nada de todo esto estropea la película, cuyo acometido es dramatizar un episodio histórico de la forma más superficial y espectacular posible. La película está colmada de escenas simpáticas en las que el tímido héroe doma al gentío con calma e inteligencia, escenas tontas en las que los bravucones toman todas las decisiones incorrectas posibles, y escenas de heroísmo ante efectos especiales impresionantes. La banda sonora de Carter Burwell es integral a la composición ominosa del mar, aunque posiblemente nadie nunca retrate al mar de manera tan turbulenta y conmovedora como Philip Glass.
La parte más anodina de la película viene de la mano de Miriam (Holliday Grainger), la novia de Weber. Como en tantas otras películas de desastres que no saben qué hacer con sus personajes femeninos, su papel es entrar en pánico y correr de un lado a otro mientras intenta ponerse al tanto de todo lo que el espectador ya sabe. Qué ingrato debe ser para las actrices hacer de esposas de astronautas, bomberos, marineros, soldados. Siempre les toca la parte más aburrida e inconsecuente de la película: hacer tiempo.
Miriam eventualmente contribuye algo, al final de todo, en un simpático momento de espontánea solidaridad que se queda a medio camino del más emotivo Steven Spielberg. La película necesita desesperadamente de su sexto sentido cinematográfico para que no sea simplemente una parábola a lo Disney, que es lo que es.