El mar en sus corazones
El filme Horas contadas cuenta el rescate de un barco petrolero tras una tormenta fatal.
Las películas sobre el mar suelen ser una buena ocasión para reencontrarse con cierto espíritu clásico del cine norteamericano, aun cuando quien mejor lo ha encarnado en las últimas tres décadas sea un cineasta alemán, Wolfgang Petersen, autor de El submarino, La tormenta perfecta y la remake de Poseidón.
En el caso de Horas contadas, esa cita con el pasado aparece reforzada porque los hechos reales sobre los que se basa ocurrieron en 1952. Hay que retroceder, entonces, a un tiempo en el que la tecnología de navegación no podía recurrir a los satélites y sólo se valía de la radio, las brújulas y el íntimo conocimiento que los marinos tenían del mar.
Pese a los efectos especiales o tal vez gracias a ellos, esta película de Craig Gillespie consigue transmitir el enorme salto de escala de esa intimidad. La extraña comunicación, a la vez telepática y orgánica, que se establece entre el océano y el hombre que está a cargo de un barco.
Horas contadas es básicamente el relato de un rescate: una nave guardacostas que sale en medio de una furiosa tempestad de invierno en busca de los sobrevivientes de un buque petrolero que se ha partido por la mitad. Esa historia principal está entretejida con un romance entre el capitán de la nave guardacosta (Chris Pine) y una chica impetuosa (Holliday Grainger) y poco dispuesta a respetar las normas del mundo masculino asociado al mar.
Más allá del perfil feminista de la chica y de ser la representante en tierra firme de la ansiedad por la suerte de los marinos, la fuerza de la acción dramática se concentra en la aventura de los rescatistas, por un lado, y en los esfuerzos y tensiones de los sobrevivientes del petrolero, por el otro.
La obvia lucha del hombre contra la naturaleza en su expresión más violenta se funde con otras luchas menos espectaculares pero no menos intensas. Esas dos dimensiones del drama se complementan perfectamente en la narración de Craig Gillespie, salvo al principio, cuando se toma demasiado tiempo hasta encontrar el ritmo de la respiración épica que requiere el relato y presenta a varios personajes y situaciones irrelevantes.
En cambio, cuando la acción se dispara, Horas contadas adquiere ese tono majestuoso, no solemne sino profundo, que merece cualquier historia real tocada por la luz del heroísmo. Y no deja de ser un punto a favor que los dos héroes –el capitán rescatista y el jefe de sala de máquinas del petrolero (Casey Affleck)– sean mostrados como seres sensibles y vulnerables que simplemente hacen lo mejor que pueden hacer para evitar la tragedia.