Muchas horas y poco género
Eric Heisserer, guionista de Destino Final 5 y la secuela de La Cosa entre otros títulos, debuta en la dirección de este film que será recordado por sacar a relucir las verdaderas cualidades dramáticas del actor Paul Walker, uno de los protagonistas de la taquillera franquicia Rápido y Furioso, que truncó su vida en un desafortunado accidente de tráfico.
Ambientada durante la llegada del huracán Katrina en la ciudad de New Orleans, un padre deberá permanecer con su hija recién nacida, quien necesita respiración artificial durante al menos las primeras 48 horas, quedando a la deriva en un hospital evacuado, sin energía y a merced de los saqueos y actos violentos de individuos inescrupulosos.
Así es como en el medio del caos y de la tensión extrema, solo dispondrá de un generador a dínamo para mantener la batería de la incubadora, que deberá dar cuerda cada pocos minutos. Tiempo que utilizará para intentar todo tipo de acciones —buscar comida, pedir ayuda, reponer medicinas, etc.— antes de ponerse de nuevo a cargar la batería que mantiene a su pequeña con vida.
Con un comienzo muy interesante, que promete atrapar tanto por su historia como los latentes elementos propios del cine catástrofe, la película vira hacia un drama de carácter casi intimista que permite lucir a Paul Walker en ese rol, pero que por momentos se vuelve repetitiva y densa.
Heissener se limita a narrar de forma muy clara y concisa sin arriesgarse ni lo más mínimo, con una puesta en escena despojada cuya acción se desarrolla íntegramente en interiores, sin efectos visuales interesantes y dejando que los terribles estragos de la catástrofe del Katrina sobre la ciudad solo se reflejen a través de imágenes auténticas de los informativos del momento. Por momentos se anima a explorar sesgos de otros géneros como el suspenso y hasta el terror, pero sólo son insinuaciones de puesta que desembocan en ninguna parte.
Tal vez la falla más importante del film radique en la inverosimilitud planteada desde el comienzo, considerando la contemporaneidad de la situación y el lugar donde se desarrolla (un generador a dínamo en un hospital de EEUU en la actualidad suena por lo menos raro), sumada a los flashback del protagonista que sólo estiran la duración de la película sin aportar nada.
Una historia mínima que podría haber sacado más provecho de la situación planteada y que se sostiene gracias a la buena interpretación de Paul Walker, que aparece en todas y cada una de las escenas, sin apenas secundarios que le apoyen y con el suficiente carisma para sostener sobre sus hombros el total interés de la propuesta. Podría decirse el papel más dramático de su carrera.