Si Horas Desesperadas fuese un tanque con una parafernalia marca estudio grande, efectos vacíos y millones en campañas de prensa, nos resultaría más decepcionante aún. Pero no, estas “horas desesperadas” son baratas: Hours es una película chiquita que transcurre casi toda en el piso de un hospital y por momentos se parece a ese horrible experimento también relativamente barato que fue Enterrado de Rodrigo Cortés; hay acá como en aquella algo de ejercicio, un ejercicio que se apodera de la narración.
Si Cortés jugaba a tener a Reynolds en un ataúd por dos tediosas horas, Heisserer juega a tener a Walker atrapado en un hospital, atado a un generador a manija que le proporciona tres minutos de respiración a su beba (el generador hace que no muera la batería de la incubadora donde está su hija) y a nosotros nos da un suspense en loop que pierde gracia a la segunda vuelta. Afuera del hospital espera la muerte, Katrina, el agua podrida, el “sálvese quien pueda”.
Horas Desesperadas no se emparenta con Enterrado por la estética ni la trama sino porque además de ese ejercicio cinematográfico medio de tarea de escuela comparten una experiencia, un dogma que no es cool como el del 95 sino la aventura de filmar con productores -comparten al productor Peter Safran- que apuestan poco pero utilizando tipos del star system como Ryan Reynolds o Paul Walker. Estrellas menores, sí, pero que laburaron en películas con presupuestos 30 veces más altos que las mencionadas.
Con el ejercicio, al igual que en Enterrado, se pretende lograr una película claustrofóbica. Pero -como en aquella- la claustrofobia nunca es recibida por el espectador, la poca tensión que genera Heisserer la logra con los climas robados al género horror que bien conoce (fue guionista -¡y hereje!- en remakes de Craven y Carpenter, y de la mejor Destino Final); por momentos podríamos estar viendo un apocalipsis zombie sin zombies. Pero en lugar de explotarlo al máximo nos corta el entusiasmo con horribles flashbacks que aportan un sentimentalismo exagerado. Nolan (Walker) hablándole a su beba con violincitos de fondo nos duele, pero no como le hubiera gustado al sensiblero Heisserer, nos duele porque nos corta el suspenso, amputa los procedimientos que terminan en amague. Y así, estas Horas Desesperadas se materializan en 97 minutos demasiado tranquilos que no logran emocionarnos con la premisa cruel ni entusiasmarnos con la acción a gotero.
Sin embargo, si hay algo positivo en Hours es su pequeñez; se las arregla sin apoyarse en los efectos tan urgentes del cine catástrofe dejando la tormenta fuera de campo y asumiéndose como thriller claustro. No creo que Heisserer haya pretendido realizar una oda a la sencillez pero la poca guita que le dieron le alcanzó para eso. Y Walker le pone el pecho; se la juega en una de sus últimas películas como un one-man-show. Acá no hay coches volando ni producciones de cien palos que lo escondan, y si este estreno oportunista no es para salir puteando es, en parte, gracias a él. Walker se retira con dignidad pero por la puerta chica, y si nos quedamos con ganas de despedirlo a lo grande, más entretenidos, por suerte podemos hacerlo: siempre tendremos Rápidos y Furiosos 5in Control. Un abrazo sincero, Paul.