Mucha premisa y pocas nueces
Hours es el título original de esta película que por conveniencia comercial se estrenó en el mercado local como Horas desesperadas. Sin embargo, el recientemente fallecido Paul Walker es poco convincente y no transmite nunca su desesperación en el rol del padre que debe custodiar la vida de su hija en el hospital luego de la muerte de su mujer en el parto. El lugar ha quedado desierto porque han evacuado a todos debido al huracán Katrina y entonces el protagonista deviene en una especie de náufrago tratando de sostener el respirador de la beba.
El film de Heisserer elude la catástrofe y la mantiene fuera de campo, más allá de la presencia de los medios dosificando las consecuencias. Este rasgo, que uno podría juzgar a priori como positivo en tanto y en cuanto se despega de la espectacularidad del género, es sólo un tenue soplo de aire, ya que de inmediato accedemos a una secuencia inicial olvidable. El ladino guión, construido a base de golpes (bajos) de efecto, prepara una situación traumática con la rapidez suficiente para que quede claro de qué va la historia: una acumulación de acciones que anule cualquier atisbo de emoción genuina. En cinco minutos, al tipo se le muere la mujer, su hija está en el respirador y un huracán acecha. Hace que se conmueve, que no lo puede creer, pero no le sale. Esa “actuación seria” de Walker que varios críticos aclaman es candidata a la galería de cosas menos creíbles en el libro de los récords. Se sabe: en el cine el tiempo es materia manipulable, pero si se lo hace mal, los agujeros son gigantes. La cuestión es que el personaje se convierte velozmente en un héroe adusto, náufrago de hospital, que lucha contra el respirador de su hija y se vuelve pragmático en vez de emocional, capaz de proferir a una máquina frases del estilo “estás jugando sucio”. Estamos ante los carriles inevitables de otro trencito industrial cuyo regodeo se hace aún más evidente a medida que avanzan los hechos: el hombre busca el cuerpo de su mujer y Heisserer lo filma como si fuera bailarín de un ballet, con música acorde de fondo. Otra fachada sentimental que dura segundos hasta que la acción se transforme en un imperativo y el héroe vuelva a ser una especie de MacGyver.
El problema aparece como terminal cuando los recursos mostrados se agotan y ya no hay nada que no sea previsible, reiterativo y siempre visto en cantidad de historias como esta. Para colmo, unos feos flashbacks más alguna aparición fantasmal empeoran la situación. Hacia el final, la pisada en el acelerador para concluir la historia es tan burda que no ayuda en nada a la pretendida ternura reflejada en la última imagen. Desechable por donde se la mire.