Pareja entra a un hospital. Ella tiene que dar a luz de forma adelantada y urgente, hay problemas. Nace la beba, la madre muere. El padre queda solo con la niña, que debe estar en una incubadora. Y esto es New Orleans 2005: Katrina. Caos, desastre, hospital evacuado, corte de luz, generador roto, padre que queda con su hija dándole manija a una batería para que la energía le dure unos pocos minutos. Soledad.
Horas desesperadas fue título de estreno acá de la película de Wiliam Wyler con Humphrey Bogart de 1955 y su remake de 1990 dirigida por Michael Cimino con Mickey Rourke. Esas eran traducciones fieles del título original. Aquí el título es Hours ("Horas"), lo de desesperadas es para vender la película, que parte de un "concepto de guión" que se pretende atractivo pero se queda en el planteo. Una vez establecida la situación relatada en el primer párrafo, y eso lleva pocos minutos, la película entra en un loop de caída de energía constante, y los esfuerzos por sostenerla suenan artificiales. Y también arbitrarios, aunque se basen en hechos que sí ocurrieron en esos días de catástrofe. Basarse en dos o tres hechos realmente acontecidos no necesariamente genera mayor sentido. Y el sentido es escaso y la cohesión poca en este thriller que no logra intensidad a pesar de las muertes, los golpes bajos, la música y una bebé recién nacida en peligro. Hay que tener ritmo para sostener esto, y aquí no lo hay: la película es reiterativa y poco imaginativa, y los peligros y las amenazas no aportan el relieve que necesitaba un relato con una premisa tan exigua.
Hay un aire de irresponsabilidad clase B en esa premisa y también en el aspecto nada realista de la beba, pero esas características no se traducen en una liberación, en un poco más de anarquía para la narración, en algo menos anodino y más festivo. Horas desesperadas tiene tensión débil, y sus limitaciones espaciales y argumentales le dan el aspecto de ser una historia entre varias de lo que podría haber sido una película con muchos personajes sobre "los días de Katrina". Cualquier cambio, rotación, salida habría venido bien, pero se eligen los menos recomendables: flashbacks de manual y una aparición fantasmal de la madre (Génesis Rodríguez).
Y hablando de apariciones fantasmales, el protagónico absoluto de Paul Walker (muerto el 30 de noviembre) es lo que salva a la película de hundirse aún más: Walker se pone la película al hombro, sostiene lo insostenible, no se distancia, no ahorra energía. La emoción de saber que Walker murió es mayor a la que genera la película, y eso no es un elogio.