No me iré sin mi hija
Queda el interrogante si después de haber participado como protagonista absoluto en esta ópera prima del director Eric Heisserer, Horas desesperadas, el recientemente fallecido Paul Walker hubiese dado un golpe de timón a su vertiginosa carrera actoral o si la fagocitante factoría hollywoodense seguiría explotando su personaje de acción hasta el hartazgo sin posibilidad alguna de salir de esa cárcel llamada fama. Lo cierto es que por su performance en la que ahora por esas cosas del destino se transformará en su última película todo hacía indicar que la estrella de la franquicia Rápido y furioso tenía madera para actuaciones donde el cuerpo es el principal atractivo y el drama queda en un segundo plano.
La premisa de este melodrama con mezcla de suspenso trae rápidamente a la memoria otra historia de desesperación como John Q (Nick Cassavetes, 2002): un padre dispuesto a todo para la supervivencia de su hija cuando el entorno se ve más que hostil y las estrategias para sobrevivir se cuentan minuto a minuto y con los dedos de una sola mano. También todo transcurre en el escenario de un hospital, en este caso abandonado debido al avance irremediable del huracán Katrina donde se desatan todo tipo de complicaciones que el protagonista deberá sortear en una lucha desigual contra el tiempo y sin otro recurso que su inteligencia y voluntad.
La trama no tarda en generar la sensación de estar atrapado sin salida cuando todo depende de un respirador que se ha quedado sin batería –un apagón energético- y cuya carga manual es lo único que puede mantener con vida a su hija recién nacida tras la muerte de su madre al darla a luz en ese lugar. Sin embargo, a ese presente en estado puro y salvaje; descarnado y cruel se le adosa primero en forma de relato confesional, pero luego mediante flashbacks, un pasado bastante irrelevante en el que nuestro héroe narra los hitos de su corta relación con la madre de su hija (Génesis Rodríguez) y que le quitan tensión a la película y aletargan un ritmo que requiere mayor destreza en términos cinematográficos.
La decisión de darle importancia al pasado del protagonista responde más a una falta de pulso narrativo por parte del debutante Eric Heisserer que a los fines dramáticos per se donde Walker demuestra poca convicción en varias oportunidades, pero que se compensan cuando pone en juego su físico en un proceso de paulatino deterioro a medida que transcurren las horas y el desenlace parece golpear sus puertas.
No obstante, con ciertos reparos debe rescatarse el constante apego de Horas desesperadas a un verosímil que se sostiene a pesar de algunos caprichos del guionista y director Eric Heisserer a la hora de construir el terreno adecuado para este tour de force en el que de todas maneras el actor sale airoso para dejar un grato recuerdo en aquellos fans que vibraron cada vez que pisaba el acelerador y se llevaba el mundo por delante como este padre preocupado por la vida de su hija.