El 20 de abril de 2010, en la plataforma petrolífera Deepwater Horizon, situada en el Golfo de México, se desencadenó un grave incendio, por desatención del equipo técnico, que provocó una explosión. La plataforma ardió durante dos días que fueron debidamente televisados por las cadenas informativas; se derramaron casi cinco mil barriles de petróleo en el mar, convirtiéndose en una de las mayores tragedias causadas por un error humano. ¿Alguien lo recuerda? La velocidad de las comunicaciones tiene ese hándicap, pero el director Peter Berg y el actor Mark Wahlberg, del drama bélico El sobreviviente (2013), son igual de rápidos para cazar un drama americano y reflotarlo años más tarde. Y si hay algo que rescatar de este cine catástrofe basado en hechos reales es el desempeño actoral. Tanto Wahlberg como el técnico Mike Williams y Kurt Russell como su jefe Jimmy Harrell hacen creíble el tesón por impedir la catástrofe y, en última instancia, rescatar a las víctimas.
Porque murieron once personas en la tragedia, y otras tantas resultaron gravemente heridas. Y porque de eso, más que de un alegato ecológico, trata la película. Son el heroísmo y la tragedia americana el tema de Berg. Uno podría estar dispuesto a aceptar la premisa y sentarse a disfrutar de un gran desmadre estilo Hollywood, pero lamentablemente también eso queda a flote como la plataforma averiada. Esa es la segunda tragedia: la del espectador. La mayor parte del film consiste en explosiones, manantiales brutales de petróleo, gente magullada y la bandera norteamericana en el asta de la plataforma, amenazada. Es mucho de lo que se vio decenas de veces, y que el año pasado con La última ola, sin ir más lejos, los daneses hicieron mucho mejor.