Barajar y dar de nuevo. El cine americano no se cansa de mirarse el ombligo y de vez en cuando ir a lo seguro con historias basadas en hechos reales, como ésta, pero que en realidad apuntan a una construcción cinematográfica épica de relatos de género, en este caso “catástrofe” y que ya no logran atrapar.
“Horizonte Profundo” (USA, 2016) de Peter Berg, refleja el caso verídico del “Deepwater Horizon”, una plataforma petrolera en la que se produjo uno de los desastres más grandes relacionados con el petróleo que la historia americana haya sabido ver.
Mientras Mike (Markl Wahlberg) asume una vez más sus tareas de mantenimiento junto al jefe del lugar, Jimmy Harrel (Kurt Russel), lucha con la burocracia y la desidia de un grupo de funcionarios y empleados que pasan por alto algunas normativas de funcionamiento, las que, inevitablemente, terminarían por cumplir su trabajo.
Así, durante la primera parte, Berg busca construir la personalidad de los protagonistas, registrando un bando de buenos, donde además de los mencionados personajes se sumarán los de Gina Rodriguez (Andrea Fleytas) y Ethan Suplee (Jason Anderson), y por otro, con los malos, estará John Malkovich como Donald Vidrine, un superior al que lo único que le interesa es el dinero y el terminar rápido las cosas.
Esa primera etapa descriptiva muestra, por ejemplo, a Mike (Wahlberg) en familia, con su mujer (Kate Hudson) y su hija, en una larga escena en la que la pequeña intenta explicar con una gaseosa, un tubo, y miel, la tarea de su padre en medio del mar en la plataforma.
Luego, una segunda instancia, intenta representar a ese mismo padre de familia, honesto, impoluto, en acción, cuando los embates y estallidos del Deepwater hagan que tome drásticas decisiones para ayudar a sus compañeros y para sobrevivir.
El relato de “Horizonte Profundo” pierde su razón desde el inicio, porque más allá de conocer o no los hechos verídicos en los cuales está basado, hay una necesidad en el visionado, todo el tiempo, por justificar y hasta remarcar las personalidades de los protagonistas, sin crear la tensión necesaria para seguir viendo la película hasta que la tragedia se desate.
Hay mucho más “realismo”, por así decirlo, como también efectividad en las escenas en las que la decadencia inevitable de la plataforma se evidencie, pero justamente ese tramo final en donde la catástrofe se apodera del relato, es tan obvio y predecible que no supera las expectativas depositadas hasta ese momento.
A nivel actoral, el elenco aporta con efectividad sus interpretaciones, destacándose Malkovich con ese malo malo que termina siendo, en realidad, el hacedor de la tragedia, y Gina Rodriguez, que salta de la TV (“Jane The Virgin”) a las grandes ligas cinematográficas, sin escalas.
El filme podría haber ido por otro lugar, aggiornando el género, más allá de la pirotecnia visual, pero justamente al no lograr impactar con la historia, termina siendo una película más en la que la realidad se toma como disparador de un filme políticamente correcto sobre malos manejos empresariales para potenciar el costado “humano” casi salido de una nota de la revista “Selecciones”.