Ingenua, torpe, fóbica y a su manera querible, Hortensia (Camila Romagnolo) es una antiheroina “perfecta”, que bien podría haber salido de una película de Aki Kaurismäki, Wes Anderson, Martín Rejtman, Roy Andersson o Jacques Tati.
La protagonista es una joven con algo de Amélie que ha perdido hace poco a su padre (murió electrocutado con una heladera Siam) y vive sola en una casona con su perro, sus traumas y un patético novio, mientras sueña con diseñar zapatos no convencionales.
Tragicomedia contradictoria (tragedia deforme, comedia asordinada) ambientada en un no-tiempo y un no-lugar (transcurre en un pasado impreciso y apuesta por un arte de lo más extraño con, por ejemplo, muchas cabezas de animales embalsamados), Hortensia resulta por momentos algo fría, artificial y manierista con sus planos “raros” e hiper estilizados, pero así y todo mantiene un tono y construye un mundo propio con una excentricidad y una audacia que la hacen casi siempre fascinante.
Entre tanto realismo social, entre tanto film solemne e “importante”, esta comedia absurda que reivindica a personajes perdedores y hasta algo freaks que escapan de las nociones habituales de normalidad resulta no sólo una rareza sino también una bienvenida sorpresa.