Hortensia

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

El primer gran triunfo de HORTENSIA es ubicarse en un registro bastante poco usado en el cine argentino: no es realista ni clásica ni literaria ni teatral. Se podría decir que funciona en una especie de territorio entre absurdo e hiperrealista, en un mundo que se parece bastante al nuestro, pero no del todo. Se la ha comparado con el tipo de cine que hace Wes Anderson y algo de eso hay…

Hortensia es una chica que sueña con crear el mejor zapato del mundo y encontrar un novio rubio, ya que cualquier otra opción no es válida. Su padre acaba de morir, ella está un poco abandonada a su suerte en una casa que se cae a pedazos, acaba de separarse de su novio y su única compañía es su perrito. Pese al estado depresivo y al caos que la rodea (no toca ningún aparato eléctrico porque su padre murió electrocutado), ella anda siempre de punta en blanco, como recién salida de un aviso publicitario de 1965.

A lo largo de la película su objetivo será conseguir ese ansiado novio (tiene dos candidatos que no la convencen del todo, por distintos motivos) y armar ese bendito zapato, aunque en realidad el problema es otro y tiene que ver con superar la muerte de su padre. Los dos muy diferentes “candidatos”, el ex novio, otra amiga con mañas similares, el perro en cuestión y algunos otros personajes con obsesiones peculiares (los torneos de lanzamiento de bala parecen ser muy importantes allí) compondrán las distintas variantes y tangentes de este peculiar relato que convence por la forma en la que las excentricidades de los personajes están tomadas con total naturalidad y en un tono afectivo –uno se encariña con ellos, por más bizarros que sean– y por momentos hasta encantador. Más allá de que peque de vez en cuando de preciosista (llamémoslo, el factor AMELIE), HORTENSIA es una rareza más que disfrutable del cine argentino reciente.