Drew Pearce hace su debut como director con este thriller de acción, el cual también escribió. Previamente estuvo a cargo del guión de producciones de la talla de “Iron Man 3”, y “Misión Imposible: Nación Secreta”. Este proyecto cuenta con un elenco diverso, compuesto por Jodie Foster, Dave Bautista, Jeff Goldblum, y Sterling K. Brown, entre otros.
La historia se desarrolla en Los Ángeles, en el año 2028. La ciudad está plagada de disturbios como consecuencia de la privatización del agua, y el penthouse del Hotel Artemis -escenario de la acción- fue reacondicionado para funcionar como “hospital” de emergencia para criminales. El lugar está a cargo de la enfermera Jean Thomas (Foster), y su ayudante Everest (Bautista). Allí van a coincidir, por distintos motivos, el ladrón Sherman (Brown), la asesina profesional Nice (Sofia Boutella), el traficante de armas Acapulco (interpretado por Charlie Day) y el Rey Lobo, jefe criminal y dueño de las instalaciones (Goldblum).
Con esta premisa, el objetivo de Pearce sería que la tensión y la acción se desarrollen como producto de esa reunión no deseada de desconocidos sin claras intenciones (sólo se sabe que no son buenas), confinados en un espacio reducido.
La película logra llegar a ese desarrollo, pero sólo por momentos. La tensión se resuelve rápidamente, o se pierde entre los diálogos. Cada integrante del reparto actoral cumple bien su función, en especial la dupla de Foster y Bautista, quienes despliegan una buena química en sus escenas, y Jeff Goldblum también aprovecha su tiempo -bastante breve, hay que decirlo- para demostrar su carisma habitual. El problema principal del guión pasa por no tener el tiempo necesario para hacer mucho más que presentar a los personajes y sus trasfondos. Las escenas de acción, protagonizadas sobre todo por Boutella, y el musculoso Bautista (Drax en el universo Marvel) están bien ejecutadas y coreografiadas, pero dejan al espectador con ganas de más en cuanto a cantidad y duración. Si tenemos en cuenta que la cinta apenas supera la hora y media, son cuestiones que podrían haberse mejorado con tal vez quince o veinte minutos más de filmación, o aprovechando mejor algunas premisas, como el contexto del conflicto social, o la relevancia de cierto artículo robado en la historia. Cualquier cambio en ese sentido seguramente hubiese sido una diferencia para bien en el resultado final.
Aclaremos, todo esto no quiere decir que la película sea mala, mucho menos inmirable. A pesar de lo hablado, la película consigue entretenernos por un rato, si eso es lo que se busca. De nuevo, hay que destacar la labor actoral, así como una ambientación bien lograda, de la mano de la música de Cliff Martínez (“Traffic”, “Drive”) y la fotografía de Chung-hoon Chung (“Oldboy”, “It”). Tal vez si la idea fuese retomada y desarrollada en formato de serie, se le podría sacar el provecho que se merece.