Noventa minutos de pura superficie
La tendencia a la brevedad del mainstream contemporáneo le juega una mala pasada a Hotel de criminales. El regreso a la cartelera comercial de Jodie Foster luego de cinco años de ausencia –su última película había sido Elysium, en 2013– la tiene como cabeza articuladora de un relato coral que, por su aglomeración de personajes y el entramado imposible que los une, hubiera funcionado mejor –o al menos de forma más verosímil– en formato serie que como largometraje. Tanto así que da la sensación que los poco más de 90 minutos de metraje pertenecen a uno de esos resúmenes semanales de telenovelas turcas que suelen rotar por la programación de los fines de semana de Telefé, con su estructura de repaso veloz e hiperactivo por los principales quiebres narrativos y peripecias de los protagonistas durante los últimos episodios.
El hasta ahora guionista Drew Pearce (Iron Man 3, Misión imposible: Nación secreta) debuta en la dirección emulando a Guy Ritchie. Del responsable de Snatch: Cerdos y diamantes y Sherlock Holmes toma una estética pretendidamente cool y canchera, además de un montaje que confunde vértigo con frenesí. Hay poco lugar para el desarrollo y mucho para la espectacularidad, con las luces de neón como grandes recurrencias de una imaginería visual que luce más por la importancia que le concede Pearce que por el peso dentro de la estructura dramática. Todo es pura cáscara, pura superficie. Y todo ocurre muy rápido en este thriller nocturno situado en Los Ángeles a fines de la próxima década, cuando las corporaciones dominan abiertamente los designios del mundo, incluyendo el uso del agua, y a los pobres mortales no les queda otra que sobrevivir como pueden en medio de un contexto donde el crimen y la anarquía son moneda corriente. Más aún en el Hotel Artemis, un viejo edificio art decó que ahora funciona como un hospital ultravip de criminales de toda índole, siempre ante la atenta mirada de la enfermera Jean (Foster) y su asistente Everest (Dave Bautista).
La llegada de dos hermanos ladrones luego de un asalto frustrado a un banco es el puntapié para la presentación de los chorros, traficantes, asesinos a sueldo y mafiosos que irán cruzándose una y otra vez durante el relato. Que todos tengan un largo historial de cruces previos se debe a esos azares que solo en Hollywood suceden. A saber: una francesita asesina (Sofia Boutella) que se lastimó a propósito para dar con su víctima fue pareja de uno de los hermanos; ellos, a su vez, no tuvieron mejor idea que robar unos diamantes del capo de la mafia angelina y dueño del hotel (el renacido Jeff Goldblum), quien por supuesto cae herido durante la misma noche que el resto. Por ahí también anda Crosby (Zachary Quinto), uno de las caras visibles del emporio empresarial que controla la ciudad y, oh casualidad, hijo del personaje de Goldblum. E incluso una policía que entra contra todas las reglas del lugar pero tiene un vínculo con Jean relacionado con la muerte del hijo de ésta. Hotel de criminales seguirá en paralelo las acciones de ellxs durante una noche que inevitablemente culminará con el encuentro final. Recién ahí Pearce desata una bienvenida andanada de escenas bien coreografiadas y filmadas con buen pulso, reduciendo todo lo anterior a una extensa previa del plato principal.