Reconocido por sus trabajos como guionista en Iron Man 3 y Misión imposible: Nación secreta, Drew Pearce debuta en la dirección de largometrajes con este thriller más preocupado por lo visual que por el desarrollo de un relato atrapante. El resultado es un film coral que, recién en su último tercio, cuando apuesta a la acción desenfrenada, adquiere algo de interés.
Si no se supiera quién es el director, tranquilamente podría suponerse que Hotel de criminales es parte de la filmografía de Guy Ritchie. Pearce emula al realizador británico apostando por un estética “cool” y canchera, un montaje frenético y personajes que se mueven en los márgenes de la ley.
Esos personajes coinciden en una misma noche en el hotel del título. Un hotel que en realidad es un hospital VIP de criminales de toda índole. Allí se atienden ladrones, traficantes, asesinos a sueldo y mafiosos que irán cruzándose ante la mirada de la enfermera Jean (Foster) y su asistente Everest (Dave Bautista).
Fruto de esas casualidades solo viables en Hollywood, todxs están conectadxs por hechos del pasado: una pareja de ladrones le robó unos diamantes al dueño del hotel y capo de la mafia local (Jeff Goldblum); a su vez, uno de ellos fue pareja de una asesina a sueldo (Sofia Boutella) que se infiltró allí para realizar un trabajo. El combo se completa con el hijo del personaje de Goldblum y una policía vinculada con el pasado de Jean.
Hotel de criminales intenta construir un clima de tensión creciente alrededor de esa convivencia forzada. Si no lo logra es porque los personajes nunca adquieren un mínimo gramaje que los saque del lugar común. Una última media hora con escenas de acción bien coreografiadas no alcanza a remontar una película que, a esas alturas, ya es fácilmente olvidable.