Una película sobre cruentos atentados presentada con unos cuantos brillos en su elenco multinacional y armada en forma de thriller convencional, eficaz, o más bien contundente, Hotel Mumbai se concentra en los crímenes del grupo terrorista islamista que mató a más de ciento cincuenta personas en 2008, no solamente en el hotel de lujo que es el centro del relato.
La película del debutante australiano Maras intenta por momentos coquetear con rudimentarias explicaciones de contextos, o con una didáctica crasa acerca de las diferencias culturales y sus fórmulas listas para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero. Pero lo que mejor funciona en su película es la manera seca de encarar la violencia y sus irrupciones sorpresivas gracias a un montaje pertrechado de enseñanzas simples pero perdurables.
A falta de grandes despliegues en los movimientos hay buenas organizaciones en la combinación de pequeñas acciones -o más bien conclusiones mortales- y diversos momentos de tensión y suspenso sin estiramientos. Puede incluso apreciarse algo de tosca nobleza en una película que tiene unos cuantos componentes de explotación de una tragedia, y algunos sentimentalismos que, de tan convencionales, quedan atenuados, acompañados por una clásica y eterna receta para seducir con personajes entrañables: el corazón de Hotel Mumbai está en su staff, en esos trabajadores profesionales y orgullosos que deciden jugar a ser héroes.