Donde viven los monstruos
A Drácula se lo ha retratado de todas las maneras posibles. De cruel empalador rumano a figura romántica y hasta fue personaje cómico y paródico. Sin embargo este film animado consigue mostrar un costado inexplorado del vampiro más famoso. En Hotel Transylvania 2, el conde Drácula es abuelo. El personaje que en la primera entrega de esta saga debía aceptar que su hija había crecido primero y que se enamorara de un humano después, ahora vuelve a ver su oscuro y siniestro universo sacudido por su pequeño nieto, un nene mitad humano que no parece tener apuro en seguir los pasos del abuelo. El escenario de los enredos familiares vuelve a ser el hotel para monstruos que Drácula administra con la ayuda de sus amigos Frankenstein (la criatura, no el doctor), el lobisón Wayne, el Hombre Invisible y la momia Murray con la asistencia de Jonathan, su muy humano yerno.
Gracias al inteligente y delirante guión de Robert Smigel y Adam Sandler (que en la versión en inglés interpreta a Drac, como lo llaman los más atrevidos), no hay escena ni cuadro en la película desperdiciado. Hay chistes para todos los gustos y las edades, comentarios sobre la cultura popular que a los más chiquitos pueden pasarles de largo, pero que sus padres disfrutarán, como la intervención del Fantasma de la Ópera en una secuencia clave, el homenaje a El joven Frankenstein de Mel Brooks -el legendario cómico tiene una participación especial en la versión subtitulada- o el recurrente chiste sobre el noviazgo incomprobable del Hombre Invisible con una mujer ídem.
Claro que lo más notable de Hotel Transylvania 2 es el modo en que sus productores, Sandler y Smigel, lograron mejorar la fórmula rendidora del primer film. La receta tiene el justo equilibrio entre el humor desopilante y ridículo, algunos pequeños sustos y una ternura que nunca llega a empalagar. Tal vez porque el guión tiene muy definido el mensaje que quiere transmitir y celebrar: la aceptación de las diferencias, la importancia de la tolerancia, el amor familiar y la inexistencia de aquello que se considera "normal". Un objetivo bastante ambicioso que además podría haber resultado en aburrida lección de corrección política, pero que en manos de Sandler y sus amigos equivale a una divertida aventura. Hasta la obvia promoción de productos Sony (los estudios que realizaron la película) está resuelta con mucho ingenio.
La estética del film, el estilo de animación, responsabilidad del director Genndy Tartakovsky (también realizador de la primera película), encaja de manera natural y fluida con la historia que sólo tropieza en el pasaje que transcurre en un campamento de verano para jóvenes vampiros donde Sandler abusa de la burla a un personaje como a veces ocurre en sus otras comedias, cada vez más fallidas.
De hecho, si Hotel Transylvania 2 cumple con la difícil tarea de crear un relato tan dulce como entretenido para los chicos, también se ocupa de recordarle a sus padres lo talentoso que fue y es Adam Sandler.