El crucero más fiestero.
Hotel Transylvania tiene que ser una de las únicas franquicias cinematográficas que abrazaron su naturaleza caricaturesca desde el primer día. Uno de los mejores aspectos que cada película lleva y mantiene son las imágenes y el movimiento frenético que el director Genndy Tartakovsky domina a la perfección, algo que ya demostró en otros divertidos trabajos como las series de televisión Samurai Jack y El laboratorio de Dexter.
Drácula, su hija Mavis, su yerno Johnny y su nieto Dennis, además de toda la troupe de monstruos, se van de crucero. Y es que Mavis sorprende a su padre con un viaje sorpresa en un crucero de lujo para monstruos, así que Drácula tendrá que tomarse unas vacaciones de su trabajo en el Hotel. Como no pueden resistirse a la tentación de ir, el grupo de amigos formado por la momia, el hombre lobo y el gelatinoso Blandi, se unirán a esta aventura en barco. Una vez en alta mar, el conde Drácula conocerá a Ericka, la misteriosa capitana de la embarcación con la que vivirá un romance. O al menos lo intentará, ya que la sobreprotectora Mavis se esforzará por mantenerlos separados. Todo se complicará cuando descubran que Ericka es en realidad la descendiente de Van Helsing, el archienemigo de Drácula y de todos los monstruos.
Seguramente nos hallamos ante la saga animada de Sony más cercana al espíritu Cartoon Network que recordamos. Los numerosos gags visuales ocupan el asiento delantero de un guión que prioriza el slapstick antes que la estructura narrativa. La trama es bastante simplona, pero a cambio se obtiene una serie de viñetas donde los monstruos se meten en travesuras tontas durante el verano. Hay secuencias innovadoras y momentos divertidos que funcionan, pero en comparación con el original, e incluso la secuela, es un mínimo porque se ve obstaculizado por números excesivos de baile y una gran cantidad de chistes que no avanzan en ninguna historia (se pueden llegar a contar hasta siete momentos musicales en toda la película y solo uno de ellos funciona en su favor).
En su versión original (que siempre recomendamos) destacan las voces de algunos actores con demostrada experiencia a la hora de trasladar su arte a personajes animados, y que ya se postularon en los dos primeros títulos de la serie. Así hallamos a Adam Sandler, Selena Gómez, Steve Buscemi y Andy Samberg en roles principales, y la siempre añorable presencia del maestro de la comedia Mel Brooks, quien pone voz a Vlad, el padre de Drácula.
En definitiva, si la comparamos con las dos anteriores entregas de Hotel Transilvania esta es la más floja. Aunque es vibrante y frenéticamente rápida, debido a la falta de material narrativo, esta secuela con descarado afán lucrativo no tiene nada que ofrecer sino un hilo de chistes visuales que divertirán solo al más niño de los espectadores.
Es hora de que sus hacedores se ramifique en nuevas ideas (Sony Pictures Animation no levanta cabeza con títulos postreros tan sosos como La estrella de Belén, Emoji: la película o Los Pitufos: la aldea escondida) y pongan a reposar la franquicia en el ataúd de Drácula. Aviso a navegantes: el clímax de esta película tiene que ser el final más inverosímil que se haya visto en una película animada hasta la fecha.