Están de nuevo. Los monstruos clásicos de la Universal en su versión animada no paran de facturar billetes, irónicamente sin asustar a nadie como en su concepción original, sino todo lo contrario. Drácula (voz de Adam Sandler), Frankenstein (voz de Kevin James), El hombre lobo (voz de Steve Buscemi), El hombre invisible (voz de Keegan-Michael Key) y La Momia (voz de David Spade) son una pandilla de viejos amigos muy lejos de ser lo que fueron.
En este caso, un retroceso en la línea de tiempo es la que nos lleva a la época en la que el mítico Van Helsing (voz de Jim Gaffigan) estaba obsesionado con matarlos a todos, en especial (por supuesto) a Drácula. Miles de intentos sin éxito, en un montaje vertiginoso, nos trae al presente. Todos, con una excusa bastante tirada de los pelos, terminan en un crucero de placer en el Triángulo de las Bermudas, el que servirá como vehículo turístico y también amoroso pues el padre de todos los monstruos parece que encuentra al amor de su vida (o su muerte, para ser exactos porque recordemos: el tipo es un vampiro). Cómo serán de contradictorios los tiempos que corren. Aquel que en la literatura era el villano es “el bueno”, y el villano de turno aquí es el personaje que salvaba los cuellos de la humanidad allá por fines del siglo XIX en la novela de Bram Stoker.
Es cierto, esta trilogía nunca se propuso realmente poner a los monstruos como seres despiadados, y si había algo de interesante en la primera (esto de necesitar un refugio contra las constantes persecuciones humanas), llegados a este estreno queda todo diluido y sin fuerza interna que se oponga a su existencia. Es decir, está naturalizado que todos (o casi todos) son buenos y graciosos. Al tener personajes así de unidimensionales es muy difícil que un guión de poco más de una hora y media logre entretener más allá de lo anecdótico. Dicho más simple: No hay conflicto, y al no haberlo sólo queda seguir por inercia las vicisitudes, líos, y situaciones que si estuviesen aisladas en pequeños cortos de cinco o diez minutos serían más efectivos.
Lo que sí abunda es el humor que llevó a este producto a tener una enorme popularidad, y por esta razón los chicos la van a pasar fenómeno. Los éxitos se pueden analizar, desmenuzar, o lo que sea; pero no se pueden discutir. Es más, algunos gags funcionan bien.
La sobrevaloración de algunas sagas no significa necesariamente una crítica a su éxito de taquilla, y decimos sobrevaloración artística porque la de Hotel Transylvania es un claro ejemplo. El director, vinculado al mundo animado desde hace muchos años. y creador de varios éxitos televisivos, usa los elementos clásicos del humor físico solidificado en los años ‘50 por el genial Tex Avery como arma principal. Más que genuino por cierto, pero se hace extenso y aburrido cuando va para un lado mientras el argumento va para otro.
“Hotel Transylvania 3: Monstruos de vacaciones” va a ser uno de los grandes éxitos de taquilla del año. Sólo eso.