La tercera entrega de los monstruos nos muestra una nueva cara de Sony Animation gracias a la mano de Genndy Tartakovsky. Durante los últimos años, la compañía de Sony Animation ha demostrado que su objetivo en el mundo cinematográfico se reduce a los números que le genera la taquilla. Sin ir más lejos, tanto “Emoji: Movie” como “Los pitufos: La aldea perdida”, fueron productos para llenar la sala sin sobrepasar el panfleto. Sin embargo, “Hotel Transylvania 3” muestra otra cara de la productora, que a pesar de no despegarse de la filosofía inicial de conquistar espectadores y ser los reyes de recaudación en las vacaciones de verano de los Estados Unidos, cuenta con otra idea más visual, guionada, entretenida y lograda.
La tercera parte cuenta como todo el personal del Hotel Transylvania (los famosos monstruos populares) decide tomarse unas vacaciones en un crucero con destino a la Atlántida con el objetivo de darle un descanso a Drácula (Adam Sandler) de su sobrecargado trabajo y, así, poder encontrar un nuevo romance en su vida; la idea es tomada por su hija, Mavis (Selena Gomez), quien no tiene idea de la soledad que oculta su padre. Las criaturas tendrán momentos divertidos y resaltados a lo largo de este inmenso descanso y el protagonista tendrá una inevitable oportunidad en el amor con Erica, la capitana del barco.
En esta construcción de nuevo público, el largometraje se adapta con dos armas visuales. La primera es el villano principal, Van Helsing, el famoso cazador de vampiros que guarda rencor y que espera su momento para aniquilar a Drac. El diseño y la personalidad del némesis envuelven al film y entregan un personaje a medida a diferencia de las dos obras anteriores que este recurso de villanos y contrarios no fue utilizado.
La segunda, y más efectiva, es el humor explosivo que le da esta reaparición; más cercano a la industria de Warner Animation de los años de Chuck Jones que todo lo presentado por Sony Animation en los últimos años. Su función escandalosa es efectiva, con breves apariciones de animaciones clásicas y películas de los años 80 (como la ingeniosa utilización de los gremlins de Joe Dante) y gags ingeniosos.
Por otra parte, la acusación más banal que se ha caracterizado la crítica sobre esta producción es el hecho que se la toma como una película para chicos, infantil e inocente. Sabiendo a grandes rasgos que el largometraje muestra continuamente chistes sexuales, guiños cinematográficos que los más pequeños posiblemente no lograran entender y, sobre todo, que habla de un tema poco visto en la animación como es el amor en la tercera edad. La imagen y recepción de la animación es un tema a cambiar, teniendo en cuenta que “Los Increíbles 2” tuvo una calificación PG (para mayores de 13 años) y hace poco, en el estreno de “La fiesta de la salchicha” (Sausage Party) tuvo también ese calificativo, largometraje que debería haber tenido una restrición más grande en aquel momento. En estos tiempos, la animación, que corre por horizontes diferentes, necesita otros tipo de visualización y compresión.
Ya Dentro del mundo de Tartakovsky, la palabra felicidad cobra vida con el baile. Desde Bruno Mars hasta la el tema de “La Macarena”, el realizador podrán en pista todos sus recursos para mostrar el lado divertido de la vida. Risorio, pero alegre. Uno de los pocos leitmotiv que se mantiene en la saga y salen flotando gracias a la música empleada y su remarcable estado emocional en los personajes.
El mensaje final es lo que más se soslaya, y es verdad que “Hotel Transylvania 3” es la mejor de las tres partes realizadas donde, siendo la primera en la que su director se mete en la escritura, se hace notar. Vacaciones aseguradas para los espectadores.