Monstruos autotuneados
El inicio de Hotel Transylvania a fines del siglo XIX, con un Drácula cuidando a su hija bebé mientras empieza la construcción del hotel del título, podría ser la coronación del concepto alguna vez postulado por Hanna Arendt sobre la banalidad del mal: no siempre hay una monstruosidad inherente a quienes cometen actos de maldad y son capaces de actos bondadosos también. De las secuencias más simpáticas en el film, el Drácula con voz de Adam Sandler le cambia los pañales, canta canciones de cuna ukelele en mano y le enseña a volar como murciélago a su hija Mavis (Selena Gomez). También le lee cuentos donde los villanos son los espantosos humanos que persiguen y atacan a los pobres monstruos.
Esta inversión de posiciones entre humanos como victimarios que van tras los monstruos (ya reformados de sus viejas costumbres sanguinolentas) por ser diferentes -y por ende, amenazantes- es la base que tiene Drácula para criar a su hija y para construir un refugio vacacional para todos aquellos "cansados de vivir en las sombras". Para el Conde tantas veces usado en el cine, los humanos son los verdaderos monstruos que no comprenden a quien es distinto y lo atacan (y la historia de la humanidad le da la razón). Éste es el punto de partida que toma el guión de Robert Smigel y Peter Bayham para la moraleja principal del film: no hay que temerle a lo desconocido ni perseguir al diferente. Hay que aprender a convivir.
La acción continúa en la actualidad, a días del cumpleaños numero 118 de Mavis, cuando pasará a ser mayor de edad y Drácula deberá cumplir su promesa de dejarla ver el tenebroso mundo exterior, lleno de humanos. El trajín de la llegada de los huéspedes y los preparativos para la fiesta le dan excusa al director Genndy Tartakovsky (creador de dos de las animaciones favoritas de fin de siglo pasado, El Laboratorio de Dexter y Samurai Jack) para movimientos vertiginosos de cámara que presenten al castillo en pos de aprovechar el 3D y para que se arme la pasarela de personajes secundarios, con las voces de los amigos de Sandler (productor ejecutivo del proyecto), unos cuantos de ellos ex alumnos de Saturday Night Live: Frankestein (Kevin James), su esposa Eunice (Fran Drescher), el hombre lobo (Steve Buscemi), su mujer Wanda (Molly Shannon), el hombre invisible (David Spade), la momia (el cantante Cee Lo Green) y el chef Quasimodo (Jon Lovitz). Este mismo ritmo de chistes de una línea y bocadillos a las apuradas por el elenco y corridas y vuelos por todo el hotel (donde todo vuela, mesas incluidas) se mantiene el resto del film. Los personajes padecen del fenómeno que surge ante el encierro entre cuatro paredes en ciertas animaciones, que unilateralmente denomino "síndrome Madagascar 1": una hiperactividad por momentos irritante para que todo el tiempo pase algo, cuando los creadores podrían dejar que la misma historia lleve a la película a su destino.
Entre la ola de monstruos para todos los gustos que llegan al hotel, cae un desprevenido humano, Jonathan (Andy Samberg), un mochilero de 21 años que se enamora a primera vista de Mavis, así como Mavis de él. Drácula deberá actuar para que sus huéspedes no se enteren que un humano está entre ellos (y que la seguridad que él pretende proveerles ha fallado) y hará pasar a Johnny por un miembro de la familia Stein. Así nace la verdadera historia de amor de Hotel Transylvania, cuando el vampiro y su potencial yerno mortal emprenden su aventura de organizar el cumpleaños de Mavis y esquivar las sospechas crecientes del chef Quasimodo sobre la verdadera identidad de Jonathan. La relación entre los dos, que sirve para que Drácula cambie sus prejuicios -bastante fundados- sobre los humanos, sirve por momentos de centro para un film que en su afán por mantenerse entretenido se pierde por los mismos pasillos intrincados del hotel.
Una lástima, considerando su elenco, pero sobre todo por Tartakovsky y Smigel (creador de los muy recomendados sketches de TV Funhouse para Saturday Night Live, si están buscando ver animación sin chicos alrededor). Una lástima también para Mark Mothersbaugh, el músico de DEVO hace años dedicado a la musicalización de films y a cargo de la música en todos los films de Wes Anderson, pero que acá corona Hotel Transylvania con un soso show pasado de autotune con todo el elenco.