En un pueblo correntino, de casas bajas, pobres y calles de tierra, donde un animador, desde un austero escenario, invita a los vecinos a ver el torneo de fútbol femenino kuña porá, en el marco de la campaña política de un candidato a intendente, se desarrolla este largometraje dirigido por Clarisa Navas.
Porque, prácticamente la historia se desarrolla en una tarde, dentro de un campito sin pasto, donde se juegan los partidos.
Es una película coral, aunque la historia tibiamente se focaliza en Tami (Silvana Dorrego), una buena jugadora que tiene algún problema existencial o con alguien, pero nunca se devela el misterio, y también en Mery (Ana Carolina García), una entusiasta jugadora que mientras espera para entrar a la cancha trata de “levantar” a una chica que tiene novio. Las otras compañeras de equipo presentan sus conflictos, donde la mayoría expone sus intereses, que es conocer chicas.
En definitiva, la narración pivotea entre dos temáticas dentro de un campo de juego. Por un lado, abordar el inexplorado fútbol femenino que, por lo visto, tiene lo bueno y lo malo como el masculino. Por otro, el tema que tal vez tiene un mayor peso dentro de esta historia, es la búsqueda del amor lésbico, con diálogos sin tapujos que se suscitan entre las chicas, fundamentalmente sobre sus preferencias sexuales,
Es una ficción, pero en ciertos tramos se acerca a la estructura narrativa de un documental. La cámara es un testigo privilegiado de las reuniones que mantienen las jugadoras en diferentes sectores mientras esperan largamente su turno para jugar.
Con un presupuesto austero, utilizando pocas locaciones en estado original, dependiendo de las actuaciones, el ritmo y los momentos de interés que genera el guión, la directora aborda historias personales que quedan inconclusas porque ellas continúan permanentemente buscando a su amor pero, por el momento, no lo encuentran.
La pasión que genera el fútbol, más allá del género de la persona y el deseo de enamorarse, son los dos motores que impulsan a esta historia sencilla, transparente y genuina.
La realizadora no pretende contar un cuento con un final feliz, sino, un momento posible, tangible, donde no hay héroes ni villanos, simplemente se trata de seres reales a los que les suceden las mismas cosas que a los demás pero que, en este caso, fueron filmadas para la posteridad.