NATURALIDAD FEMENINA
Tiempo de penales después de un arduo empate 1 a 1 y de la suspensión del partido. Charcos de barro, restos del temporal y una adrenalina incontrolable debido a la mixtura de sensaciones que atraviesan a cada jugadora en esos segundos, en esa disputa efervescente, entre arquera y pateadora, en los que se crea una simbiosis única e irrepetible, un momento aurático expectante. Mientras que una de ellas se concentrará en el palo y el ángulo de la ejecución; la otra se desplaza dentro del arco en forma horizontal atenta a cada movimiento. La mezcla de cosquilleo y nudo en el estómago parece estallar, cuando la primera inicia la carrera y patea y la segunda se abalanza sobre uno de los palos. El instante simula suspenderse en el aire, eterno, a la espera de la consagración de uno u otro bando.
Más allá de los resultados y del juego en sí mismo, la clave de Hoy Partido a las 3, tiene que ver con los universos que se desprenden de la práctica deportiva, cuyos ejes centrales podrían definirse en la cotidianidad, la atracción sexual, la política y los hombres desdibujados; todos ellos atravesados por una espontaneidad sorprendente durante toda la película.
En los dos primeros casos, la directora correntina Clarisa Navas apela a la exposición de matices y detalles para conformar a Las Indomables, uno de los equipos femeninos. El más evidente de todos es que cada una usa la remera del club del que es fanática o las bromas que se hacen sobre los últimos resultados. Pero ellas también se constituyen desde la sexualidad, en esa fuerte tensión que se despliega durante las horas en las que esperan el inicio del torneo deportivo barrial. Allí, en medio de coqueteos, chats por celular, miradas, gestos corporales y juegos, todas las mujeres se desdoblan en seres que desean y son deseadas (en mayor o menor grado), en cuerpos que emanan una mezcla de frenesí y reconocimiento y que rectifica el dominio femenino por excelencia. Porque en Hoy Partido a las 3, los hombres quedan relegados a un segundo plano, a un lugar de poca importancia, como aquellos chicos que miran el juego gritando comentarios obscenos y reciben golpes a cambio o el entrenador que no sabe liderar a sus jugadoras.
Por otro lado, el enfoque político ligado a la realización del torneo barrial por seguidores de un futuro candidato, le imprime un contexto verosímil con roces de patetismo debido a la falta de puesta en escena de los organizadores (el castillo inflable, la extendida espera para jugar o el supuesto concurso de belleza), la pobre convocatoria y el oportunismo de las figuras públicas para buscar votos. De hecho, ni bien se larga la lluvia, el organizador se apura a sacar los carteles y uno cae en el barro como única evidencia de lo acontecido. En este caso también, el hombre y su micrófono quedan en ridículo frente a la esposa que se impone al final y designa los penales para terminar el evento de una vez.
El instante simula suspenderse en el aire, eterno, a la espera de la consagración de uno u otro bando y, sólo entonces, recupera dinamismo; una aceleración que estalla con los gritos alegres de una hinchada que levanta el trofeo y la resignación de la otra que obtuvo el segundo lugar.
Por Brenda Caletti
@117Brenn