"Hoy se arregla el mundo", la comedia apta para emocionar
Todo en la película es muy correcto y profesional, para acompañar un camino de redescubrimiento entre padre e hijo.
Dos años tuvo que esperar Ariel Winograd para estrenar su nueva película de producción argentina, cuyo rodaje finalizó justo antes de la primera encerrona en marzo de 2020. Como confirmó en estos días el prolífico director de Vino para tomar y El robo del siglo en una entrevista publicada en estas páginas, la idea fue “aguantar” el lanzamiento en salas de cine sin pasar por las plataformas de streaming. Y es que, casi sin excepciones, sus películas han sido éxitos de público, como ya casi no los hay en el cine nacional. Desde sus inicios con el film independiente Cara de queso - Mi primer ghetto, la comedia en sus múltiples razas y variantes ha sido el terreno elegido por el realizador de 44 años, usualmente poblada por los rostros más taquilleros de la industria local. Hoy se arregla el mundo no es la excepción, comenzando por el protagonista, interpretado por Leonardo Sbaraglia, continuando con el papel secundario (pero esencial) encarnado por Natalia Oreiro e incluyendo un puñado de participaciones especiales que van de Gerardo Romano a Soledad Silveyra y Diego Peretti, entre otros.
El cine de Winograd es popular, ansía la masividad y está recubierto por una armadura de profesionalismo de varias y espesas capas, y su última producción no hace más que confirmar la regla. Reír un poco, llorar otro tanto, parece ser aquí el norte inflexible, aunque las primeras escenas señalen engañosamente un humor desembozado. David Samarás, a quien todos llaman El Griego (Sbaraglia), es un productor televisivo que, siete años atrás, la pegó con un particular talk show en el cual dos invitados pelean por las más peculiares razones (dos vecinos que comparten la misma señal de wifi o el carnicero al que la hija le salió vegana, entre otras delicias), pero que en tiempos recientes ha comenzado a mostrar fatiga de materiales. Así se lo hace saber indirectamente el dueño del canal (Martín Piroyanski), hijo de un zar de la tevé que una fotografía fugaz permite relacionar con la realidad histórica. Ese será el menor de los problemas en la vida agitada de El Griego. La muerte accidental de su ex (Oreiro) lo deja a cargo de ese hijo al cual nunca le prestó demasiada atención, con una revelación insospechada: ni siquiera se trata de su heredero biológico.
Como podrá suponerse, Benito (Benjamín Otero, coacheado para inspirar ternura, simpatía y empatía) tampoco la está pasando demasiado bien, pero a pesar de los problemas para adaptarse a la nueva escuela, el niño es inteligente, sagaz y resiliente. El deseo por conocer a su verdadero padre transforma a Hoy se arregla el mundo (ese es también el título del show televisivo dentro de la ficción) en una buddy movie padre-hijo, en labor detectivesca amateur. Ese módulo central del guion de Mariano Vera sigue a la dupla en las visitas a posibles examantes de Mamá, que incluyen un bailarín devenido profesor, un artista plástico y un payaso profesional con actitud mafiosa, que participa de una de las mejores escenas de la película. El notable (como siempre) trabajo de fotografía de Félix Mont traslada a otros interiores y exteriores la paleta de colores fuertes del set de televisión, reflejo a su vez de un gag recurrente acerca del daltonismo.
Todo en la película es correcto, (nuevamente) muy profesional, pero en el camino las posibilidades de sorprender son obturadas por un formato narrativo rígido que va devorando de a poco la frescura. Leo Sbaraglia está realmente muy bien como ese padre inseguro, frágil a pesar de su imagen exitosa, pero el guion no le deja demasiado margen de maniobra para mayores complejidades. Previsiblemente, el camino del descubrimiento personal trae aparejadas nuevas responsabilidades, aquellas que se ejercieron a medias o se abandonaron por completo, a medida que las lágrimas se suman a las sonrisas de ocasión. Un éxito asegurado.