Huellas

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

A partir del hallazgo de una serie de diapositivas con imágenes de su abuelo, Miguel Colombo se dedicó a investigar sobre la vida de un personaje familiar con una historia realmente apasionante. El abuelo Ludovico Di Grandi fue parte de la resistencia partisana, emigró a la Argentina y recicló ruinas jesuíticas para instalarse en medio del desierto catamarqueño. Fue teniente de un ejército que asumió más de una misión de alto riesgo, simpatizó con la monarquía, conservó entre sus cosas insignias nazis y tuvo una vida amorosa intensa y disipada. Colombo reconstruyó esa vida de película con el afán y la dedicación de un buen detective. Y terminó reconfigurando un mapa complejo y fascinante que une el pequeño pueblito de Noli, en la Liguria italiana, con el ingenio El Arenal, en Catamarca. También conoció, a lo largo de ese proceso, detalles hasta ese momento ocultos de su variopinta trama familiar, en medio de un viaje íntimo lleno de sorpresas y conmovedores descubrimientos que incluye un desenlace con ribetes heroicos. Huellas es una catarsis personal transformada en documental, una épica individual que funciona como espejo de otra anclada en el pasado y que era preciso recuperar para delinear una identidad. Igual que la vida de Ludovico, el final de la historia también se parece a una ficción imaginada por un guionista sensible y ocurrente. Nacido en Salta y criado en Entre Ríos, codirector con Marcos Pastor de Rastrojero, utopías de la Argentina potencia (2005), Colombo armó con rigor y empeño un rompecabezas fascinante que atrapa de principio a fin y apunta al corazón sin trampas ni cursilería.