Edward Norton («Fight Club», «American History X») dirige su segundo largometraje («Keeping The Faith» había sido su debut detrás de las cámaras allá por el 2000), donde intenta yuxtaponer el thriller con el film noir y el drama político.
Ambientada en la Nueva York de la década de los ’50, la película sigue a Lionel Essrog (Norton), un solitario detective privado, afectado por el Síndrome de Tourette, que se aventura a intentar resolver el asesinato de su mentor y único amigo, Frank Minna (Bruce Willis). Aparentemente Frank estaba sumergido en un conflicto que congregaba los planes de infraestructura de un funcionario político (Alec Baldwin), cuyo objetivo era arrasar con un barrio de Brooklyn, poblado principalmente por afroamericanos de escasos recursos, para construir un autopista. En el medio surgirán otros peones que formarán parte del juego como el arquitecto Paul (Willem Dafoe), y una defensora y representante de los vecinos desalojados Laura Rose (Gugu Mbatha-Raw).
Norton nos ofrece una historia atrapante que se toma su tiempo para desarrollar el conflicto y mover la gran cantidad de personajes que formarán parte del juego. La cinta que recuerda a thrillers de investigaciones y policiales negros modernos en la línea de «Chinatown» busca ir revelando gradualmente la información al espectador para que vaya descubriendo junto con Lionel la encrucijada en la que se vio envuelto. La obra se apoya más en las actuaciones que en cualquier otro elemento cinematográfico (una cosa habitual en las películas dirigidas por actores), algo totalmente evidenciado en la maravillosa interpretación de Norton que compone al detective con Tourette de manera soberbia.
Claramente se lo nota más cómodo con la actuación que en la dirección y en la escritura del largometraje. Y es que realmente la cinta intenta aglutinar demasiados elementos y por momentos se olvida de ciertos personajes para ir haciendo avanzar la historia principal. A su vez, la trama policial, con el clima sociopolítico, y el drama romántico que forzosamente se ve incluido hacen que por momentos el opus del actor de «The Grand Budapest Hotel» se sienta menos homogéneo y más dispar.
No obstante, el relato es sumamente disfrutable en la mayor parte de sus 144 minutos de duración, en especial ya que a las maravillosas interpretaciones se le suman una excelsa y lograda fotografía de Dick Pope («The Illusionist») y una atractiva banda sonora de Daniel Pemberton («Yesterday»), donde se saca a relucir esa exquisita atmósfera jazzística que caracterizaba la escena de los clubes nocturnos de la NY de los ’50.
«Huérfanos de Brooklyn» («Motherless Brooklyn» en su título original) es una película con grandes momentos de suspenso, acción y drama que se sostiene gracias al enorme compromiso de Norton delante y detrás de las cámaras a pesar de que la cinta presenta algún que otro traspié a nivel narrativo por la mitad del relato y varios personajes poco desarrollados. Un film interesante con cierta complejidad y ambición que además nos otorga algunas secuencias bastante logradas.