Huérfanos de Brooklyn es una de esas películas por la cual te insultan si recomendás. Porque puedo estar un rato resaltando todas sus virtudes, pero a fin de cuentas es un embole monumental.
Sus dos horas y veinte se me hicieron interminables, por momentos me distraía mucho y me ponía a pensar en la injusticia que se estrene esta película y no The Irishman. Pero bueno, ese es otro debate…
En el film que nos concierne aquí, Edward Norton es protagonista, guionista y director. Y el que mucho abarca poco aprieta dice el dicho ¿no?
O sea, desde lo técnico es muy bueno todo y la puesta en escena es correcta, pero el guión es demasiado flojo y su interpretación es desmedida.
El trastorno que sufre el protagonista te saca de clima todo el tiempo. Aunque te haga reír en un par de escenas.
Asimismo, el resto de los personajes están en un registro de un cine que ya no existe.
Si bien el film transcurre en la década del ’50, no es una película de ese tiempo, por lo cual queda muy raro que los actores emulen algo que queda demodé para las audiencias modernas.
La recreación histórica de las locaciones y el vestuario es apabullante, pero solo es un lindo marco para algo muy desalmado.
No leí la novela de Jonathan Lethem publicada hace 20 años, así que no puedo juzgar si es una buena adaptación o no, pero si puedo decir -con seguridad- que no es un buen policial negro lo que vemos en pantalla.
En definitiva, pese a sus grandes logros técnicos y el laburo de Norton en dirección, Huérfanos de Brooklyn falla en ritmo, por lo cual es muy difícil que el espectador se enganche.