El cine negro puro y duro tiene como ingredientes esenciales a un detective privado, un chantaje, un villano poderoso y una femme fatale. Esta fórmula que tuvo su apogeo en los años 40 y 50, resurgió ejemplarmente en la década del 70 con películas como The Long Goodbye y Chinatown, en particular esta última que se destaca por sus atípicos giros, problemas sociales y su oscuro final. Es curiosamente esta línea del policial, tan clásica y a la vez más ácida e innovadora que su progenitora, donde se encuentra inscripta Huérfanos de Brooklyn.
Hazlo, Bailey
Huérfanos de Brooklyn posee una clara estructura que, como todo buen policial negro, tiene al espectador con la constante curiosidad de saber cuál es la resolución del misterio.
Aparte, toma la oportunidad para hacer una crítica social al desdén de los más poderosos, y cómo su “amor por el pueblo” no es más que una fachada, una actuación.
La historia podrá estar ambientada en la década del ’50, pero la manera en la que se maneja el personaje de Alec Baldwin, describiendo sin ninguna vergüenza lo que te autoriza a tener poder y lo que puede hacer uno con él, tiene un eco de actualidad escalofriante.
Si hay una cuestión que puede achacársele en contra a la película, es que conforme avanza estira su tiempo de más, prolongando su bienvenida.
En materia técnica tenemos un modesto diseño de producción que reconstruye la época con colores apagados y casi desaturados. A esto debemos sumarle una prolija fotografía que no abusa de las sombras, apelando más al degradé que a las sombras duras características del género.
En lo actoral, Edward Nortondestaca delante de cámara (además se prueba hábil en la dirección) con su personificación de este detective privado con una condición médica peculiar. Una condición que el actor no caricaturiza en ningún momento; y si bien saca la ocasional humorada, tiene presente que el papel está al servicio de la historia.
Lo secundan Bruce Willis en un breve pero querible papel, Bobby Cannavale como su nuevo jefe,Gugu Mbatha-Raw, como el interés romántico que aporta la cuota de crítica social a la trama. Willem Dafoe hace también sus aportes a dicha crítica. Alec Baldwin, como ya mencionamos, encarna con escalofriantes y actuales resultados a un oficial electo de grosera impunidad. Lo que sería una caricatura en SNL, presenta acá una semejanza que pasma mas de lo usual. Solo que esta vez no nos estamos riendo, pues asusta.