Huérfanos de Brooklyn nace de la transposición de la novela homónima de Jonathan Lethem, un prestigioso novelista contemporáneo estadounidense. En el abordaje de la novela al cine el reconocido y talentosísimo actor Edward Norton toma el mando tanto para adaptar la novela al guion cinematográfico, como para dirigirla y protagonizarla.
La trama del filme una suerte de fabulesco policial negro que discurre en los Neoyorkinos años 50 donde su protagonista es Lionel Essrog (Norton) un detective solitario que padece en síndrome de Tourette y a quien llaman “el fenómenos” (o sea el freak). Él se sumerge en una investigación compleja para poder dar con los asesinos de su mentor, su jefe, su padre sustituto, Fran Minna (Bruce Willis). Este disparador bien tradicional del género se va complejizando secuencia a secuencia cuando Lionel descubre que en ese turbio homicidio se entraman intereses políticos, malversaciones de dinero del estado y hasta secretos familiares.
El clima visual de la película reconstruye, con mucha precisión técnica, cierta estética expresionista de los policiales de los años 50. Cálidos dominantes y sombras profundas que la mano del veterano director de fotografía inglés Dick Pope – que trabajó con directores de la talla de Mike Leigh, Richard Linklater y Barry Levinson- lleva adelante una eficiente tarea fotográfica a la que le falta el trabajo más profundo del director, o sea la mirada de Norton a la hora de construir el relato.
La corrección y hasta cierto preciosismo no alcanzan para generar un policial negro con marca de autor. Las imágenes han quedado supeditadas a una tarea de corrección visual que el mismo fotógrafo se ha puesto al hombro. Una película a la que le falta una mirada autoral sin duda es a Huérfanos de Brooklyn porque la prolijidad no alcanza para construir una atractiva narrativa.
Este segundo largometraje de Norton (hace casi 20 años había dirigido la comedia Divinas tentaciones) deja a la luz algunas falencias más. La extensión del filme, es excesiva, la trama se hace enrevesada y morosa, y con un nivel de suspense casi nulo y una intriga de poco atractivo dramático. Por otra parte la composición del personaje encarnado por el propio Norton resulta muchas veces inconsistente o burdo, no olvidemos que en lo que en la literatura es una palabra en el cine es una acción pregnante que se hace explícita en la pantalla. Por lo que los gestos del padeciente Lionel suelen ser muchas veces reiterativos y hasta carentes de humor si fuera esa su meta final.
El tema sociológico más atractivo del filme que pone en la mesa la temática de la creación por parte del estado de barrios marginales para segregar a los negros, los indigentes y todos aquellos que el sistema necesita expulsar es sin duda el filón más atractivo de la película, pero su desarrollo superficial y la superposición de otras subtramas a la vez opacan toda su simbología.
Por Victoria Leven
@LevenVictoria