En el largometraje de Julio Midú y Fabio Junco, ambientado de manera excluyente en un contexto rural en la Argentina y en el momento histórico del regreso a la democracia, se busca ahondar en la compleja relación entre dos amigos que tuvieron un vínculo incandescente que terminó trazando el destino de ambos personajes: Julián (Mariano Martínez), peón de una estancia, y Patricio (Rodrigo Guirao), hijo del patrón del lugar. Sin embargo, la película no encuentra la forma de narrar de manera convincente ni los orígenes de esa fuerte amistad ni el porqué del impacto del reencuentro, décadas después de una separación propulsada por uno de ellos. Por lo tanto, cuando Patricio regresa a ese escenario que le produce una inevitable nostalgia, los rencores de Julián no solo se verbalizan de modo brusco y arbitrario, sino que además carecen de peso al no haber una construcción de ese pasado, vital para los personajes, pero carente de emotividad para quien lo atestigua en escasos flashbacks. Por otro lado, el costado prohibido de la relación entre ellos proviene de las imposiciones familiares que acarrea Julián, motivo por el que no puede actuar ante sus deseos reales y se construye una vida que lo aprisiona. Lejos de explorar esa arista más atractiva de la película, Humo bajo el agua se siente un tanto errática en su registro de la cotidianidad del trabajo rural que circula por un carril diferente al del eje central de la propuesta: aquello que genera la reconexión entre esos viejos amigos, trama en la que se destaca una interpretación natural de Rodrigo Guirao.
En Humo bajo el agua Mariano Martínez y Rodrigo Guirao Díaz son amigos de niños, amantes de adultos Uno es peón en la estancia del otro. Luis Brandoni es el padre del personaje de Martínez. Tarda, en Humo bajo el agua, en aparecer el centro de la cuestión, pero como tanto Mariano Martínez como Rodrigo Guirao Díaz lo han hecho público en estos días, digamos que lo que narra la película es una historia de amor entre sus dos personajes. Son Julián y Patricio, el hijo de un capataz de una estancia y el del estanciero, que desde hace muchos años no se ven, y tenían, ya desde la infancia, una amistad que se fue transformando, hasta que el hijo del padre rico se marcha a la ciudad. Hay rumores de que, tras la muerte de su padre, Patricio termine por vender los campos, con la consabida inestabilidad que eso generaría en la familia de Julián, compuesta por su madre (Norma Argentina) y su padre (Luis Brandoni). Es este último el que tiene pensamientos algo atrasados, por no decir retrógrados, al margen de no ver bien a Patricio, porque ni apareció cuando murió el estanciero. Así que un buen día, cuando Patricio regrese, se encontrará con que Julián está de novio con la hija de otro estanciero, con quien planean casarse. Patricio ya está casado y tiene dos hijos, y con su familia llega hasta el lugar. Humo bajo el agua, que no tiene nada que ver con el tema de Deep Purple Smoke On the Water, hace referencia a ciertos cigarrillos compartidos por los amigos en el río. Es más, el tema principal fue compuesto por Axel, cuyo título Cambiar el destino es más que explícito acerca de lo que sucede en el filme. Es 1984, la democracia se ha recuperado, pero dentro de ese marco -del que no se hace demasiada referencia, más que el de indicar la fecha en que transcurre la trama- son más fuertes las libertades con las que se sienten, o comienzan a sentirse, ambos personajes. Apostar al amor El entorno puede ser hostil -el hermano de la prometida de Julián es gay, y su padre (David Di Nápoli, que hace poco hizo El acompañamiento en teatro con Brandoni) lo trata de maricón y lo margina hasta durante un almuerzo-, pero el filme apunta a que hay que apostar por el amor. Un amor que, hay que decirlo, nunca llega a ser una pasión desenfrenada en las imágenes, porque los directores Julio Midú y Fabio Junco plantean y ponen en escena todo con absoluta sobriedad. Mariano Martínez es más protagonista que Guirao Díaz, es más activo entre los trabajos del campo, arreando vacas, arreglando alambrados, y máquinas de cultivo. Su personaje es el que evidentemente más evoluciona o presenta más cambios que Patricio. La química entre ambos actores hasta es mayor que la que se percibe -seguramente habrá sido adrede- entre ellos y sus respectivas parejas mujeres. Brandoni y Argentina cumplen roles más secundarios, pero el guion no les permite explayarse o tener momentos como para su propio lucimiento.
Dirigida por Julio Midú y Fabio Junco que juntos escribieron el guión, la película pone su mirada en la revelación del amor reprimido. La historia de la relación de dos hombres que pertenecen a dos clases sociales distintas, pero que de niños nunca notaron esa diferencia. Crecieron como mejores compañeros y aprendieron a ignorar lo demás. Un amor resistente que ya no pueden disimular ante el deseo. Aunque uno sea el heredero de la tierra y el otro el hijo del peón. Le toca una época de transiciones y renaceres como son los ochenta en nuestro país, pero en un ambiente rural donde las tradiciones y homofobias tiene un peso mayor que en los centros urbanos. Una oda a las valentías individuales, a las decisiones límites y también a un romanticismo bien entendido y elevado. Con Mariano Martinez y Rodrigo Girao, y las actuaciones especiales de Luis Brandoni y Norma Argentina.
El film narra la historia de Julián (Martínez), un joven peón de estancia, quién luego de varios años se reencuentra con Patricio (Guirao), el hijo del patrón y con el cual compartió su infancia. Patricio ha regresado a ese lugar que los vio crecer. Llega con su mujer e hijos y lo que parece ser una visita pasajera se transforma, luego de que esos dos amigos de niños, vuelvan a cruzar sus miradas.
Mariano Martínez y Rodrigo Guirao en una historia de amor gay "Humo bajo el agua" (2023), dirigida por Fabio Junco y Julio Midú, retrata una historia de amor gay melodramática enmarcada en el periodo de recuperación democrática después de un clima político tumultuoso. Sin embargo, la película no logra destacarse debido a una trama predecible y actuaciones poco convincentes. La trama, ambientada en 1984, se centra en la relación entre dos amigos de la infancia, Julián y Patricio, quienes se reencuentran después de muchos años. A pesar de que la película logra capturar la esencia de la amistad y el amor, exhibiendo el crecimiento y la transformación de los personajes mientras enfrentan los desafíos y obstáculos de la vida, se hace evidente que se utilizan demasiados estereotipos, subrayados y lugares comunes. Julián, interpretado por Mariano Martínez, es el hijo de los peones que trabajaban para el padre de Patricio, y ambos forjaron una conexión que más tarde intentaron olvidar. Sin embargo, su reencuentro tras la muerte de ambos patriarcas reaviva su relación. La película retrata la relación entre los dos personajes como una historia de amor que se desarrolla en un entorno hostil, donde las imposiciones familiares y sociales promueven una visión heteronormativa de la sociedad. A pesar de que Humo bajo el agua está ambientada en un contexto histórico importante para Argentina, este no influye de manera significativa en su desarrollo. La película podría haber sido situada en cualquier otra época y el desarrollo de la historia no hubiera cambiado. Si bien se aborda la problemática de la heteronormatividad en la sociedad de la época, no se profundiza en el contexto político que rodeaba a los personajes. Aunque Junco y Midú buscan cargar la historia de una atmósfera nostálgica y emotiva, transportando al espectador al mundo rural y a la vida en el campo, la trama resulta algo predecible y no logra sorprender en ningún momento. La química entre los actores Mariano Martínez y Rodrigo Guirao es prácticamente inexistente en la pantalla, resultando en una interpretación poco convincente y carente de emoción. Además, el elenco secundario, especialmente las actuaciones de Luis Brandoni y Norma Argentina, no logran destacarse y aportar un nivel de calidad interpretativa significativo. Es cierto que Humo bajo el agua aborda una temática importante y necesaria en la industria cinematográfica argentina al retratar una historia de amor gay en un entorno hostil, pero lamentablemente no logra destacarse por su trama predecible y actuaciones poco convincentes.
Julio Midú y Fabio Junco, creadores del ciclo “Cine con Vecinos”, comparten créditos de dirección y guion, para este film rodado en tiempos de pandemia, en la localidad de Saladillo. Una historia de amor entre dos hombres cobra vida en un entorno rural. Dos cercanos amigos de la infancia se vuelven a encontrar luego de veinte años. Sendas existencias transcurrieron en dicho lapso, y lo que fuera un férreo lazo se desdibujó por completo. Por ello, el regreso al lugar en el mundo donde se fue feliz trae implícita la búsqueda de la sanación, que es, principalmente, consigo mismo. Lugar común habido y por haber, es momento de enfrentar, no solo a la realidad, sino también al lugar de pertenencia que los encuentra. En 1984, una época de menor apertura respecto a temáticas de índole homosexual, se establece la coyuntura en la cual el citado vínculo podría llegar a escandalizar a la mayoría. Cuatro décadas después del tiempo cronológico que contiene al relato, prima un mensaje de amor, tolerancia y libertad, a la hora de reflexionar respecto a los interrogantes que desata la necesidad del postergado reencuentro. ¿Cómo convivir con las ausencias afectivas? ¿Cómo atemperar los deseos y las expectativas paternales que contraponen la propia naturaleza? El humo no se puede ocultar debajo del agua, se subraya explícitamente: veinte años después, renacen cuentas pendientes que no habrán desaparecido por completo, desatando una pasión indomable. La dupla de directores indaga a través de escenas íntimas que resultarán claves para demostrarnos que a la hora de expresar un sentimiento las palabras sobran. El lenguaje audiovisual cuenta más y las miradas resuelven el estado emocional, esta es una película de exigua manipulación en sala de montaje.