Divertido torbellino de acciones y emociones bien dosificadas
En 1996 el cine catástrofe nos sorprendía gratamente con un relato tradicional dirigido por Jan de Bont, el gran director de fotografía de, por ejemplo, “Duro de matar” (John McTiernan, 1988), y director de la trepidante “Máxima velocidad” dos años antes. Realmente no quedaba mucho más para decir en este sentido, y cualquiera de las que vino después adolecía de originalidad o directamente devenía en guiones burdos como excusa para una orgía de efectos visuales sin sentido. Esta película arranca con un calco de la primera secuencia de la que hacíamos referencia antes, lo cual no es un buen presagio.
Año1992. El Huracán Andrew agarra justo a un papá y sus dos hijos tratando de escaparle. No lo logran, y los dos hermanos son testigos de cómo el padre vuela por los aires (¿Hacían falta nubes formando una calavera?)
25 años después Will (Toby Kebbell) se volvió experto en meteorología, lo notamos como espectadores porque en menos de ocho minutos le repite mil veces a todos los personajes con los cuales se comunica que la tormenta que se viene es lo más grande que se haya visto jamás. Por ejemplo, tres veces se lo dice a su hermano Breeze (Ryan Kwanten), quién se niega a evacuar la comarca rural en donde vive.
Mientras todo el pueblo sale a mejor destino, Perkins (Ralph Ineson) y Casey (Maggie Grace) entra. Ambos van al frente de un convoy de camiones llenos de guita para incinerar. 600 millones de dólares que ya están viejos pero, por una de esas casualidades que se explicarán luego, el sistema de quemado no funciona, como se ve el horno de la originalidad no estaría para bollos. Sin embargo, el guión y la dirección nos llevan hacia otro lado para evitar el plagio a Twister (1996)y se convierte en una prpduccioón de robos en el contexto de la peor tormenta de la historia.
De los dos caminos posibles para estos casos Rob Cohen (que de acción y despliegue de producción sabe un montón) elige el de la aventura por sobre la explotación del drama personal detrás de las razones del robo, es decir que elige la forma que mejor sabe manejar porque de lo contrario hubiese sido pretencioso. Por eso es que todos, desde los buenos a los malos, entran en el universo de lo esquemático y los trabajos actorales logran el equilibrio justo en el finísimo hilo la fina línea entre el estereotipo exagerado y el tránsito natural dentro del género.
Por supuesto el espectador deberá hacer las concesiones necesarias, pero una vez enganchado verá que ha valido la pena pese a algunas torpezas de forma (el corte de ruta al principio, la primera persecución, etc).” Huracán categoría 5” es una producción de robos hecha y derecha. Es más, se jacta de serlo y está repleta de momentos preciosamente filmados, pensados y coreografiados merced a un montaje vertiginoso, incluso en los pocos momentos de transición, ya que la idea es un crecimiento paulatino y paralelo entre las circunstancias, el del asalto, y el de la torment que claramente se convierte, por definición, en un personaje más que dispara peligro contra ambos bandos. No suelen mencionarse por su carácter injustamente anónimo, pero vaya el aplauso para todos los dobles de riesgo que participan. Su labor en este film es superlativo.
De igual manera para un equipo técnico que bajo las órdenes del realizador, logran lucir su trabajo sin que se convierta en la estrella o sea, a favor de la historia, y así las falencias a las que hacíamos referencia quedan minimizadas para riqueza del espectáculo. Es más, puede que en esta definición final caigamos en alguno de los mismos e insoslayables lugares comunes que tiene este producto: Esta película es un divertido torbellino de emociones de principio a fin.