El mainstream decidió experimentar todas las alquimias posibles en busca de mayor rentabilidad a menor riesgo. Si funcionan las historias de catástrofes climáticas y los policiales de atracos, ¿por qué no mezclarlos? El delirante robo a una dependencia costera de la tesorería del Estado durante el epicentro de un huracán de proporciones bíblicas deriva en una odisea que tiene menos de asombro e inquietud que de capricho y ridículo. Lo mejor del film son sus escenas de acción en las que vuelan autos, árboles y edificios, mientras héroes y maleantes se persiguen a los tiros. El resto: pobres actuaciones, diálogos sobreexplicados y una tormenta digital capaz de tragarse personajes y los restos del verosímil.